Zaragoza (España), 1955 Desde el año 1971 viene dedicándose profesionalmente al mundo del Arte, que compagina con el Diseño Gráfico desde 1989, sin establecer entre ambas facetas ninguna diferencia.
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martes, 30 de diciembre de 2014
miércoles, 10 de diciembre de 2014
jueves, 6 de noviembre de 2014
Ilustraciones de la artista María Maynar. Carlota Santabárbara
María Maynar.
Tinta, 2014. Para "El pez de la despedida".
Carlota Santabárbara
Miembro de AACA y AEC
Tinta, 2014. Para "El pez de la despedida".
El pez de la despedida, libro de poemas de Luz Rodríguez,
con ilustraciones
de la artista María Maynar.
Carlota Santabárbara
Miembro de AACA y AEC
En los dibujos que acompañan a El Pez de la
despedida, María Maynar (Zaragoza, Aragón, 1959) nos sumerge en un mundo
mágico submarino donde los peces y los corales bailan al son de las palabras de
Luz. No reflejan fiel y literal el acontecer narrativo de este libro de poemas,
lo acompañan, como una amiga que está presente en el duelo. Las manchas de
tinta dialogan al son de las palabras, desde una visión periférica; sugeridas,
en una misma sintonía, paralelas; desde la cercanía de quien se siente próximo
y empático a un sentimiento universal. El sufrimiento del desamor.
Sus pinturas son como ella, juguetonas, lúdicas,
reflexivas, sugerentes, donde el animal marino que ilustra El bestiario
parece alimentarse o tal vez sacar de sí todo un mundo, donde los peces de sus
dibujos, que acompañan a Las Biografías y al título mismo, juegan a
perseguirse o a observarse. Imágenes no descriptivas que nos hacen volar la
imaginación, pasear la visión; que nos evocan sin contarnos lo que hay, como en
Bullicio de desamor, donde el dramatismo de las manchas de tinta
extendidas en el papel expresan el llanto, el sufrimiento. En Arrecifes
las siluetas flotan de un modo orgánico sobre un rostro femenino con los ojos
vendados, sin embargo en El Pez de la despedida, tal vez un tiburón
martillo, los cuerpos se atraen a la vez que experimentan la distancia que los
separa.
Destacan las transparencias creadas por las aguadas de
tinta que generan superficies plateadas y brillantes en los peces que habitan
ese mundo abisal, donde las burbujas parecen dar vida a una serie de habitantes
imaginarios, con carácter simbólico, fuertes a la vez que sutiles y volátiles.
La belleza hegeliana está latente en las Imágenes que
ilustran este poemario, trazos que manifiestan el Espíritu, ese que nos es
común y que fluye en el cuerpo de la obra.
http://www.aacadigital.com/contenido.php?idarticulo=1004
miércoles, 5 de noviembre de 2014
Obras de Germán Díez, Paco Rallo y Pedro J. Sanz
Fotografías: Jose Luis Gamboa.
Obras de Germán Díez, Paco Rallo y Pedro J. Sanz
Galería Pilar Ginés, Zaragoza
Presidente de AACA y Vicepresidente de AECA
Lo expuesto por Germán Díez se titula Sopra i tigli di fallavecchia, pues conviene recordar que desde hace un tiempo está vinculado con Milán por asuntos de arte. Además de títulos tipo Cajas, Cruz, Círculo, Serpiente, Dos cajas y Alargado, la clave en sus obras son la combinación de materiales como hojas secas, chapa de hierro, ramas secas, papel pegado y corteza de árbol, que contribuyen a la fuerza generalizada junto con el campo formal. Fuerza, conviene recordar, que es una característica de siempre. Dos ejemplos. Cruz tiene forma de cruz y esqueleto, mientras que otra es un esqueleto con cabeza de chapa de metal. El conjunto puede definirse como un tipo de dramatismo muy bien encajado, siempre dentro de la realidad . Obra que atrapa.
Paco Rallo titula a su obra Primum ver, por Primera primavera. En efecto. Estamos ante cuadros de pequeño formato, cuadrados y rectángulos, singularizados por la fuerza en algunas obras y la generalizada alegría gracias al derroche de color acompañado por la abundante pasta y los sueltos trazos. Todo muy vital, estallante.
Acerca de Pedro J. Sanz titula al conjunto de sus dibujos como Pareidolias. Nuestra compañera de trabajo Desirèe Orus, el día de la inauguración, comentaba con absoluta precisión el significado de tan singular palabra, que luego escribió en su crítica para el Heraldo de Aragón, 5 de junio de 2014. Dice: Fenómeno psicológico que nos hace sacar parecidos en las nubes, las formas de las rocas y en este caso de los troncos de los árboles. Añadimos que en muchos diseños de baldosas.
El caso es que su obra se caracteriza por el lápiz graso sobre cartulina blanca, en plan puro, sin añadir otros elementos, al servicio de un ámbito formal repleto de imaginación, según nos tiene acostumbrados desde siempre para sus cuadros y dibujos con color. Decíamos ámbito formal como gran clave, pues tenemos una gran variedad de formas imaginadas que guardan íntima relación con el laberinto de las raíces y sus caprichosas ondulaciones y dulces quiebros. Y aquí viene el título Pareidolias, pues poco a poco, como si fueran encuentros fugaces, descubrimos en los dibujos picos de águila y un alto número de rostros. Apariciones del eterno azar. Dejamos constancia de dos esculturas de color verde oscuro, que mantienen las coordenadas de los dibujos. Muy bien resueltas, con poder.
viernes, 1 de agosto de 2014
Lumbre Incandescente. Vídeo de María Maynar
María Maynar.
Recitado por Luz Rodríguez acompañada al piano
Tinta, 2014. Para "El pez de la despedida".
Presentación del poemario de Luz Rodríguez, El pez de la despedida.
Teatro Principal, Zaragoza, 8 julio 2014.
Recitado por Luz Rodríguez acompañada al piano
por Antonio Gil, compositor de la versión musical del poema.
Vídeo de María Maynar
“La poesía no tiene sexo”. Antón Castro.
Paco Rallo, Luz Rodrígez y Antón Castro.
Teatro Principal de Zaragoza.
8 de julio de 2014.
“La poesía no
tiene sexo”
Antón Castro.
Zaragoza | Actualizada 08/07/2014
Luz Rodríguez (Luarca, Asturias, 1961), licenciada en
Filosofía y Ciencias de la Educación, es escritora. Lleva varios años afincada
en Huesca. Ganó el X Premio Gil de Biedma. Esta tarde, en el Teatro Principal,
presenta su poemario ‘El
pez de la despedida’ (El Párpado Sumergido. Zaragoza, 2014),
ilustrado por María Maynar (Zaragoza, 1959), en compañía del músico Antonio Gil
al piano.
¿Cómo nació ‘El pez de la despedida’?
Empezó a gestarse hace unos seis años. Por entonces escribía una novela que exigía un esfuerzo sostenido, interminable. Necesitaba echar fuera otros raptos líricos, otras fulguraciones, volcar lava que no se ajustaba a ese registro narrativo y darle curso. Interrumpí la novela y recuperé la poesía que me prometía, además, el don de ver el fruto acabado. El poemario nace de la necesidad de fundir experiencias vitales y escritura aunque después se aleja por sus propios senderos de expedición y se vuelve un trasunto de lo que lo motivó.
Tiene algo de crónica autobiográfica de un desamor, de una pérdida...
No me interesa tenerme a mí misma como objeto de reflexión y destino salvo en la medida en que lo que escriba pueda ser representativo del sentir de los otros, de algo que sobrepasa lo personal y se diluye en el torrente sanguíneo común.
¿A qué alude el título?
Alude a la visión del amor como ese pez a punto de escurrírsenos de las manos. El pez es también su esqueleto potencial, el esqueleto que queda una vez devorada su carne blanca. Y ese esqueleto visto en horizontal es una caligrafía, un bello nombre de lo muerto, de lo que ha sucumbido ante nuestra voracidad. Es esa palabra descarnada que se nos columpia en la memoria como una letanía. De la pérdida o del abandono del ser que amamos nos resta apenas repetir su nombre en el vacío. De ahí los versos: “Pero tu nombre es tu nombre es tu nombre/ esqueleto de pez/ que seguiré acunando con obcecados labios”.
¿Qué busca con la poesía?
Busco Ítaca, saberme imperfecta mientras camino lo mejor que sé y dar por bueno ese esfuerzo. Busco, como Jorge Luis Borges, esa lluvia que sucede en el pasado. En esto se resume todo, en encontrar esa lluvia imposible. En emocionarse si la vislumbro al albur de un verso, de un fogonazo.
¿Cómo ha trabajado el lenguaje?
Bajo la idea de que fondo y forma se necesitan mutuamente. Empiezo a escribir a menudo de manera intuitiva, casi desbocada; incluso, en el caso de este libro, con vértigo, con cierta atracción del abismo. Entonces acabo extenuada, humeando como ese fusil recién disparado del que habló Cesare Pavese. Después viene el cambio de turno, el trabajo reflexivo, la poda estilística, el celo formal, la labor despaciosa que puede prolongarse meses, años... o días, y que acato sin prisas.
Hay siempre un tono ambivalente: de placer y de rechazo, de deseo y de dolor, de exaltación y llanto. ¿Cómo entiende el amor?
El amor lo entiendo bajo la máxima de que solo se es dueño o dueña de lo que se da. Y luego la vida se encarga de imponerte sus leyes para que te enteres de lo peliagudo y doloroso que es estar a la altura de tus buenas intenciones. Es inevitable esa ambivalencia entre deseo y rechazo, dolor y exaltación, indefensión y valor. Es un camino de conocimiento que no ha de desdeñarse por sinuoso que sea. Se escribe con otro compromiso, con otra comprensión, con otra lentitud consciente, desde la experiencia del abandono o de la pérdida, al igual que nunca se vuelve a escribir como antes tras la experiencia de la muerte.
¿Qué le debe este libro a lo onírico?
Le debe el sustrato simbólico, las imágenes que proceden de mundos submarinos y que están en mi biografía emocional desde pequeña, desde que soñaba con el mundo acuático y misterioso que me circundaba, que amaba y temía. Hay en el libro imágenes, metáforas que se presentan en mis sueños en analogía con las algas y arrecifes que emboscan a la mujer del poemario como trabándole la esperanza. Aunque un espécimen marino o la furia de un mar soberbio representa también la rebelión, el vitalismo, la alegría de la lucha y la promesa de lo desconocido.
¿Qué importancia tienen en su obra la música y la pintura?
Esencial. La pintura y la música nacen de la misma fuente de curiosidad que la escritura. Son otros lenguajes que me amparan y que necesito expresar, recrear. Por otro lado, me viene de antiguo: en mi casa se escribía, se recitaba, mis padres eran locos cuentistas orales, se dibujaba mucho y había música y teatro y charadas y mucho drama y mucho sentido del humor... Todo hallazgo artístico infantil era festejado más que una alta nota académica.
¿Por qué le atrae tanto el mundo de la mujer, la mirada femenina?
Hablo desde mi voz y me tomo a mí misma como sujeto poético desde el que desgranar los misterios. No siempre me comprendo y escribo para averiguarlo, para aprehenderme y para saber quiénes son los otros. En ese proceso prende en mí la conciencia de lo que advierto en otras mujeres; entra en lid su sentir ante disyuntivas que nos son comunes y ante las que ellas suelen decirme que se identifican. Pero no porque que en el poemario sea una mujer la que habla doy ninguna fe de un divorcio entre mundo femenino y masculino. Ya sabemos que la poesía no tiene sexo.
¿Cómo ha sido la colaboración con la pintora María Maynar?
Hubo una conexión instantánea, alentadora, mutuamente entusiasta. Leyó los poemas tres veces seguidas, expresó su conmoción y cómo se desató en ella el imaginario que compartimos, esos peces caprichosos, arrecifes cimbreantes, el perfil de un rostro tendido con los ojos vendados vueltos sobre sí mismos para calar en arenas abisales cuando el mundo se vuelve hostil, opaco, airado.
¿Cómo nació ‘El pez de la despedida’?
Empezó a gestarse hace unos seis años. Por entonces escribía una novela que exigía un esfuerzo sostenido, interminable. Necesitaba echar fuera otros raptos líricos, otras fulguraciones, volcar lava que no se ajustaba a ese registro narrativo y darle curso. Interrumpí la novela y recuperé la poesía que me prometía, además, el don de ver el fruto acabado. El poemario nace de la necesidad de fundir experiencias vitales y escritura aunque después se aleja por sus propios senderos de expedición y se vuelve un trasunto de lo que lo motivó.
Tiene algo de crónica autobiográfica de un desamor, de una pérdida...
No me interesa tenerme a mí misma como objeto de reflexión y destino salvo en la medida en que lo que escriba pueda ser representativo del sentir de los otros, de algo que sobrepasa lo personal y se diluye en el torrente sanguíneo común.
¿A qué alude el título?
Alude a la visión del amor como ese pez a punto de escurrírsenos de las manos. El pez es también su esqueleto potencial, el esqueleto que queda una vez devorada su carne blanca. Y ese esqueleto visto en horizontal es una caligrafía, un bello nombre de lo muerto, de lo que ha sucumbido ante nuestra voracidad. Es esa palabra descarnada que se nos columpia en la memoria como una letanía. De la pérdida o del abandono del ser que amamos nos resta apenas repetir su nombre en el vacío. De ahí los versos: “Pero tu nombre es tu nombre es tu nombre/ esqueleto de pez/ que seguiré acunando con obcecados labios”.
¿Qué busca con la poesía?
Busco Ítaca, saberme imperfecta mientras camino lo mejor que sé y dar por bueno ese esfuerzo. Busco, como Jorge Luis Borges, esa lluvia que sucede en el pasado. En esto se resume todo, en encontrar esa lluvia imposible. En emocionarse si la vislumbro al albur de un verso, de un fogonazo.
¿Cómo ha trabajado el lenguaje?
Bajo la idea de que fondo y forma se necesitan mutuamente. Empiezo a escribir a menudo de manera intuitiva, casi desbocada; incluso, en el caso de este libro, con vértigo, con cierta atracción del abismo. Entonces acabo extenuada, humeando como ese fusil recién disparado del que habló Cesare Pavese. Después viene el cambio de turno, el trabajo reflexivo, la poda estilística, el celo formal, la labor despaciosa que puede prolongarse meses, años... o días, y que acato sin prisas.
Hay siempre un tono ambivalente: de placer y de rechazo, de deseo y de dolor, de exaltación y llanto. ¿Cómo entiende el amor?
El amor lo entiendo bajo la máxima de que solo se es dueño o dueña de lo que se da. Y luego la vida se encarga de imponerte sus leyes para que te enteres de lo peliagudo y doloroso que es estar a la altura de tus buenas intenciones. Es inevitable esa ambivalencia entre deseo y rechazo, dolor y exaltación, indefensión y valor. Es un camino de conocimiento que no ha de desdeñarse por sinuoso que sea. Se escribe con otro compromiso, con otra comprensión, con otra lentitud consciente, desde la experiencia del abandono o de la pérdida, al igual que nunca se vuelve a escribir como antes tras la experiencia de la muerte.
¿Qué le debe este libro a lo onírico?
Le debe el sustrato simbólico, las imágenes que proceden de mundos submarinos y que están en mi biografía emocional desde pequeña, desde que soñaba con el mundo acuático y misterioso que me circundaba, que amaba y temía. Hay en el libro imágenes, metáforas que se presentan en mis sueños en analogía con las algas y arrecifes que emboscan a la mujer del poemario como trabándole la esperanza. Aunque un espécimen marino o la furia de un mar soberbio representa también la rebelión, el vitalismo, la alegría de la lucha y la promesa de lo desconocido.
¿Qué importancia tienen en su obra la música y la pintura?
Esencial. La pintura y la música nacen de la misma fuente de curiosidad que la escritura. Son otros lenguajes que me amparan y que necesito expresar, recrear. Por otro lado, me viene de antiguo: en mi casa se escribía, se recitaba, mis padres eran locos cuentistas orales, se dibujaba mucho y había música y teatro y charadas y mucho drama y mucho sentido del humor... Todo hallazgo artístico infantil era festejado más que una alta nota académica.
¿Por qué le atrae tanto el mundo de la mujer, la mirada femenina?
Hablo desde mi voz y me tomo a mí misma como sujeto poético desde el que desgranar los misterios. No siempre me comprendo y escribo para averiguarlo, para aprehenderme y para saber quiénes son los otros. En ese proceso prende en mí la conciencia de lo que advierto en otras mujeres; entra en lid su sentir ante disyuntivas que nos son comunes y ante las que ellas suelen decirme que se identifican. Pero no porque que en el poemario sea una mujer la que habla doy ninguna fe de un divorcio entre mundo femenino y masculino. Ya sabemos que la poesía no tiene sexo.
¿Cómo ha sido la colaboración con la pintora María Maynar?
Hubo una conexión instantánea, alentadora, mutuamente entusiasta. Leyó los poemas tres veces seguidas, expresó su conmoción y cómo se desató en ella el imaginario que compartimos, esos peces caprichosos, arrecifes cimbreantes, el perfil de un rostro tendido con los ojos vendados vueltos sobre sí mismos para calar en arenas abisales cuando el mundo se vuelve hostil, opaco, airado.
sábado, 5 de julio de 2014
Mira lo que tengo. Valtueña
Querido
Valtueña.
Terminé de
leer tu última obra, Mira lo que tengo.
Está
implacablemente bien escrita, y entiendo, además, que es muy difícil para su
autor llevar el hilo conductor de la historia a través de todas sus páginas,
sin caer en lo banal. Has aportado emociones y sensaciones constantes, con gran
ternura en su tratamiento y en la complicidad de los protagonistas. Lo has
resuelto con maestría.
Las
páginas dedicadas al Forma me han encantado, cómo abordas el tema. Creo que
deberías escribir sobre nosotros, desde tu visión y desde la distancia y
libertad que da el tiempo transcurrido: damos mucho de sí todas y todos los que
vivimos esos años al borde del filo de la navaja y de la desesperación. Sé que
es publicable.
El final
de tu obra es sorprendente. La hermosa carta de la madre es para mí,
sinceramente, la parte más profunda del libro, una delicia, mis ojos se
emocionaban, haciéndome recorrer las hojas leídas y retenidas con gran
celeridad, cerrando así el círculo de tu hermoso libro.
Enhorabuena.
Paco Rallo
Mira lo que tengo. Valtueña, José María
Narrativa Erótica (F). Novela
Junio 2004
La Sonrisa Vertical SV 146
ISBN: 978-84-8383-820-4
País de edición: España
192 pág.
miércoles, 25 de junio de 2014
In situ 3 miradas. Díez, Rallo y Sanz
El
22 de mayo se inauguró en la Galería de Arte Pilar Ginés (calle Santiago nº 5, Pasaje
Ciclón de Zaragoza) la exposición así titulada, con obras de Germán Díez, Paco Rallo y Pedro
J. Sanz, que podéis
visitar hasta el 22 de junio, de martes a sábado de 12 a 14 y de 18’30 a 20’30
horas.
Primero
diré que el nombre de la muestra está muy bien escogido: son tres miradas
completamente diferentes, el abstracto de rico colorido de Paco Rallo Primum ver, las Pareidolias de
Pedro J. Sanz y las composiciones Sopra i
tigli di fallavecchia de Germán Díez.
No
soy amigo de grandes excursos, de meter
rollos, así que os sugiero que vayáis, veáis y me comentéis qué os parece
lo que allí se presenta, que nos coloca ante el momento actual de estos tres
artistas.
Sí
añadiré que en la inauguración hubo una notable asistencia, desde la galerista
Pilar Ginés (faltaría más) hasta el crítico de arte Manuel Pérez-Lizano, la
comisaria Desirée Orús, los artistas Cristina Beltrán, José Luis Gamboa,
Lourdes Gracia o Pedro Flores (Demodo Gráfico), además de los que veis en las
imágenes que siguen y otros muchos que me disculpo por no mencionar.
Blog
Cultural de Manuel Medrano
domingo, 22 de junio de 2014
Visiones de tres pintores
Desirée Orús
Heraldo de Aragón. Artes& Letras
5 de junio de 2014
La naturaleza es un término suficientemente polivalente para abarcar el trabajo de tres artistas con marcadas diferencias. Tres visiones que trascienden lo formal para materializar lo trágico, lo onírico y el cromatismo más feroz.
Germán Díez (La Almunia de Doña Godina, Zaragoza, 1965) es un artista removedor de conciencias. Miembro en los años 80 de grupo Somatén Albano, su obra está íntimamente ligada con el hombre y su entorno. Sus cajas funcionan como compartimentadas instalaciones que se nutren de piedras, retazos de metal, ramas, cuerdas o pintura. Todo para expresar que es lo que hay más allá de lo que vemos. Una obra simbólica, espiritual, que habla de la muerte y que estremece por su contenido.
En el sustrato de la obra de Pedro J. Sanz (Orea, Guadalajara,1952) siempre subyace un halo surrealista. El título de las obras Pareidolia hace referencia a un fenómeno psicológico que nos hace sacar parecidos en las nubes, las formas de las rocas y en este caso de los troncos de los árboles. Es una reflexión acerca de esa necesidad del ser humano de encontrar formas concretas donde no las hay. Con soberbia maestría dibuja formas biomorfas imaginarias que permiten leer el lenguaje oculto de la naturaleza.
La composición de acrílicos de Paco Rallo (Zaragoza, 1955) Primun Ver constituye un canto a la vida, expresado en el renacimiento de la tierra que se produce cada primavera. La explosión de color le acerca al momento cercano al verano donde las luces son más intensas. Pequeños lienzos profusos de cromatismo que se acercan a postulados fauvistas. Toques sueltos y vigorosos de pintura que se expanden bajo una partitura de notas sincrónicas.
Fotografía: José Luis Gamboa
martes, 10 de junio de 2014
El descampado de la noche. Antón Castro
Fotografía de Virginia Espa
El
descampado de la noche
Antón
Castro
Si algo define a Luz
Rodríguez (Luarca, Asturias, 1961) es su pasión por la literatura. Una pasión
intensa y a la vez despaciosa. En Huesca es una de esas figuras que siempre
aparece y que se hace necesaria: en presentaciones, en tertulias, en recitales,
allí donde la poesía asoma, allí donde la escritura estalla con sus metáforas o
con sus inadvertidos gestos. Siempre está ahí, con su suavidad, con ese brillo
de inteligencia y complicidad en la mirada, y también con sus secretos: sus
notas, sus plaquettes, la nómina reciente de sus lecturas, su curiosidad. Luz
Rodríguez escribe desde hace años con sosiego, desde un temblor de lentitud y
de ritmo propio. Parece que destilase las palabras una a una, como un sorbo de
noche: los sustantivos, los adjetivos, la luz y el embrujo de cada frase, la
latitud de los desnudos del alma.
Luz se maneja en varios
registros: ultima un libro de relatos, ha publicado poesía, por ejemplo Bullicio de desamor, que también habría
sido un título adecuado para este poemario, frecuenta la literatura infantil y
suele decir que en su incesante actividad abraza tres disciplinas: la
filosofía, la psicología y la literatura. Imparte talleres de escritura,
estudia a las mujeres escritoras o lo que también se llamaría la mirada de
mujer (Katherine Mansfield, Anaïs Nin, Virginia Woolf, Clarice Lispector,
Sylvia Plath o Anne Sexton serían algunas de sus devociones) y le gusta recitar
su poesía: lo hace sola, con una personal puesta en escena, o en compañía del
pianista y compositor Antonio Gil. A veces, en ese instante en que sale a fumar
en la medianoche de una calleja oscense, da rienda suelta a las confidencias;
declara que le interesan los poetas del silencio, Antonio Gamoneda por ejemplo,
José Ángel Valente, la energía tumultuosa de Manuel Vilas, y se percibe que es
una poeta que busca, que medita, que lee mucho y que carece de prisa. “En
silencio acusaré la nostalgia de toda mortificación / mientras anhelo el ruido
noble del deseo”, anota. Domina la ansiedad porque sabe que la buena poesía
exige el paso de los días: la belleza se fermenta y se aquilata con tiempo y en
la mudanza de las estaciones. Luz Rodríguez no es exactamente una poeta
vertiginosa o intuitiva: el poema nace de la experiencia, de la intimidad, y
poco a poco, como un edificio que se consolida en el aire y en la imaginación,
alcanza su textura y su tersura óptimas. La exactitud de su armazón.
El
pez de la despedida es un libro unitario, de un tema capital que
desarrolla una espiral de diversos asuntos o argumentos. Tiene algo de cuaderno
de música que desarbola sus melodías en torno al amor, o quizá a la sombra del
desamor. En un espléndido poema, donde se asocia la casa con el islote donde
todo se desploma, se dice: “Es una mujer despojada. / Una mujer que ya no se me
parece”. En ese territorio de la decepción y de la ruptura, o del desaire, la
protagonista del libro parece una extranjera de sí misma; la pasión quebrada la
ha dejado exhausta, yerma, irreconocible en todos los espejos, en el hilván de
la memoria y en la presencia del olvido, que empuja de manera inexorable. “Esta
soledad ondea para parir otra /camuflada”, escribe.
El
pez de la despedida sería, en ese sentido, la crónica de un
adiós: “Pronto soñaré con otro amor que no me golpee la piel / contra el verdín
del viento”. Y a la par, la protagonista dice que “pronto te llevarás el fardo
moribundo de mis ojos” Es un libro con su atmósfera especial, con su tensión,
con una estructura sólida que arranca con una cita de Roberto Juarroz; el poeta
argentino comparte protagonismo con Goethe, con Rimbaud, con Virginia Woolf y
con Rainer Maria Rilke; si buscamos otros asideros o referencias, hemos de
decir que Luz Rodríguez le dedica una espléndido poema a Gustav Klimt, uno de
los mejores: ‘No lo llames paraíso’, donde el universo de Klimt se opondría al
de Poussin, y también evoca el universo de Turner.
He citado ‘No lo llames
paraíso’ –la convivencia deja de ser un edén-, pero dentro de un tono
personalísimo, elaborado con mimo y con beldad, hay otros poemas que se
instalan en el mito, en el simbolismo y se alejan de la anécdota. Pienso en
‘Canción del mar’, en ‘Entendimiento’ (quizá uno de los textos que mejor
explica el sabor de una derrota, el extrañamiento de la fractura, “la vana
operación / de acuchillar el fuego”), en ‘Cordero de dios’, que constituye el
cierre y contiene una descripción del amor y alude al título del volumen: “El
amor / ese pez de bronceada piel / que le sobra a todo verso”.
El amor un tema eterno.
Quizá sea el tema literario más universal porque es el más humano. Todos amamos
y necesitamos que nos amen. Humana también es la muerte y anda por aquí en
algún instante. Pero lo más importante de Luz Rodríguez es su contención, su
sentido alegórico, su elegancia, la elección de un vocabulario concreto, la
fabricación de una voz...
La fabricación de una voz
supone muchas cosas: un modo de enfrentarse al lenguaje, un uso específico de
las metáforas, un paseo por la fugacidad de la vida y una selección de los
materiales; supone, sobre todo, honestidad, entrega, una percepción de los
sentimientos, una poética de la tempestad (“Me hiere más de lo habitual / esta
tormenta”), una expresión trabajada en todos sus detalles y en su hermosa
destilación. He aquí otro ejemplo, en el poema ‘Guarida’: “Tampoco me viste
nunca / recorrer el pasillo de la casa /como una oveja que se despeña / por el
sumidero de una boa recostada. // ¿No me oías? // Ni amortiguada / en el
vientre del reptil / era tan débil mi voz”. Quizá sea la composición más
enigmática del libro y a la vez una de las más despojadas: hay un momento en
los amantes dejan de oírse y acaban huyendo “al descampado de la noche”.
martes, 3 de junio de 2014
martes, 27 de mayo de 2014
Un erótico cadáver exquisito. Revista Turia
Juan Villalba y Paco Rallo, presentación de Rocío Erótico en el Museo de Teruel
Un erótico cadáver
exquisito
Juan
Villalba Sebastián
El artista visual, diseñador gráfico y
activista cultural, Paco Rallo, es el autor del proyecto y el editor de Rocío
Erótico, una obra coral en la que participan sesenta y cuatro creadores,
entre escritores y artistas visuales de ambos sexos, en paridad casi absoluta,
con mezcla de edades, tendencias artísticas y procedencias geográficas, todos
ellos invitados a participar en una cita a ciegas creativa, con la única
premisa de que su aportación, visual o narrativa, girara en torno al tema del
erotismo y con unas mínimas condiciones técnicas: para los escritores la
extensión máxima del microrelato no debía superar los 1200 caracteres, y para
los autores de los dibujos el formato debía ser cuadrado de 21 x 21 cm., con la
previsión de que su posterior reproducción sería a una tinta. El resultado es
un erótico cadáver exquisito en forma de libro de factura excelente y
cuidada edición digno de figurar en las colecciones de los erotómanos más
exigentes. A la calidad de la extensa nómina de artistas invitados, se suman
los dos magníficos trabajos introductorios de los especialistas en sus
respectivas materias como son el escritor Javier Barreiro y el crítico de arte
Juan Ignacio Bernués.
La idea es brillante, el erotismo y el
microcuento –prosas poéticas, poesías en prosas, tanto monta-, casan tan bien
como el tabaco y el alcohol, pues de alguna manera, el erotismo es al sexo lo
que el microcuento a la narrativa: esencia e intensidad. La narrativa breve -el
microcuento, microrrelato, minicuento, minificción, nanocuento o como se les
quiera llamar- guarda una semejanza natural con el placer, o mejor dicho, con
el clímax del placer, pues quizá el microcuento tenga algo de orgasmo
intelectual, de fogonazo iluminador, de eyaculación creativa, en la que se
combinan la esencial velocidad con la intensidad, en su caso lingüística y de
densidad semántica.
Pero, ¿qué entendemos por erotismo? Me
gusta mucho la definición de Octavio Paz citada por José Ignacio Bernués en su
introducción: el erotismo es “la poesía de la sexualidad”. Por mi parte, y
siguiendo con Octavio Paz, añadiría que “erotismo es sexo y pasión, no en
bruto, sino trasfigurados por la imaginación: rito y teatro.” Es decir, el
erotismo no hace referencia unívoca al mundo de las cosas, al referente, sino a
la realidad de la ficción que él mismo crea, a la irrealidad por tanto: el
erotismo no denota, evoca; el erotismo no imita, crea; el erotismo pone en
funcionamiento mecanismos de re-presentación, de re-creación de la realidad y
está situado en el plano de la ficción, sobre todo, en el del sueño, o
deberíamos decir mejor del ensueño, en ese sentido sadiano-buñueliano que
libera la imaginación de todo pecado. Así, de esta forma, en el erotismo el
lenguaje pasa de designar a expresar, a sugerir, a evocar experiencias sexuales
o relacionadas con el sexo plenas de sentido, sentimiento y emoción. En román
paladino, lo que quiero decir es que un texto es erótico en la medida que
alcanza una importante calidad literaria, considerada solo a partir de la
escritura, al margen de todo prejuicio moral, político o religioso y no insulta
ni agrede al lector considerándolo como un ser carente de imaginación. En suma,
el erotismo es un arte pleno de imaginación, delicadeza, esfuerzo y creatividad
al servicio de algo tan natural como el sexo
Esta es la óptica con la que debemos
encarar Rocío erótico, que se abre con un relato provocador,
verdaderamente duro, crítico y sin concesiones, “Primicomulgante”, una
auténtica patada en sus partes a la Iglesia. Después los textos se remansan y
como en cualquier antología, no todos tienen la misma calidad, pero el nivel
medio es más que aceptable y, de hecho, hay un nutrido grupo de ellos a mi
juicio memorables, que ofrecen los rasgos que caracterizan al conjunto. Pondré
como ejemplo algunos, sin intención de infravalorar al resto. En “Entre las
piernas”, Elena Santolaya, juega a engañar al lector y a sorprenderlo con un
inesperado giro final; en “Las puertas del Paraíso”, Paco Rallo sugiere
mediante un lirismo contenido una fantasía erótica elidida y aludida en su
final; en “Galería de la Academia”, Luisa Liberio, siguiendo con las alusiones
artísticas, si antes con Paco eran “las puertas doradas del paraíso de
Giberti”, ahora, la autora convierte al David de Miguel Ángel en el “amante más
hermoso de todos los tiempos”, y no le falta razón; en “Trazarte”, Iguázel
Elhombre, escribe una poesía en prosa de hondo calado; suficientemente
explícito resulta el título del relato de Milagros Angelini, “Instrucciones de
uso” , que no requiere más comentario si hablamos de sexo y desde el punto de
vista de una mujer; en “La criatura”, Raúl Herrero reescribe el clásico de Mary
Shelley desde la visión atormentada del propio monstruo necesitado de compañera
y el deseo sexual del propio creador por su criatura; por su parte, Ángel
Petisme, rinde un humorístico y rítmico homenaje a Nabokov con su particular
“Lolita”, en este caso prostituta de una lupanar monegrino asada de caló; en
“Retrato”, Francisco Julio Donoso rememora con meticulosidad tan
literaria como reconocible una primera vez descrita con precisión naturalista;
en “Despedidas” Rafael Notivol narra una historia sarcástica de amor y desamor,
de sexo, pasión y abandonos.
Repito que no quiero ser injusto con los
numerosos cuentos que no he mencionado, obligado por las restricciones de
tiempo que me impone mi papel de presentador, basten los brevemente comentados
para mostrar no sólo la solidez del conjunto sino la diversidad de los tonos y
temas: desde el realismo con denuncia social del citado “Primicomulgante” o la
impregnación fantástica y onírica, pasando por la ironía y el humor o la
destreza metaliteraria y el gusto por el experimento, hasta llegar a textos de
hondo lirismo bien dosificado; hay cuentos fetichistas, homosexuales,
obsesivos, etc. Son también numerosos los cuentos que suponen de una u otra
forma un homenaje a escritores consagrados, como el ya citado de Petisme a
Nabokov, el de Miguel Ortiz al poeta Apollinaire, el de Milagros Angelini a
Marguerite Duras o el de Charo de la Varga a Monterroso.
Pero que no se engañe el lector, de
estos cuentos decimos que se leen en pocos minutos, y es cierto, parece el
género ideal para ese lector moderno al que, piadosamente, le atribuimos una
sola carencia: la de tiempo. Así pensamos y seguramente estamos en lo cierto,
pero digo, que no se engañe nadie, todos sabemos que esos minutos exigen mucho,
y que no todo el mundo está dispuesto a un esfuerzo de concentración tan
intenso y tan breve. Si el escritor de cuentos es un corredor de velocidad, el
lector está obligado a correr tanto como él y en muchos casos a realizar series
de varias relecturas para desentrañar el fondo del relato.
En definitiva, este libro es un erótico
cadáver exquisito en forma de libro de factura excelente y cuidada edición
digno de figurar en las colecciones de los erotómanos más exigentes, solo su
portada vale un Potosí.
http://www.ieturolenses.org/revista_turia/index.php/actualidad_turia/un-erotico-cadaver-exquisito
martes, 25 de febrero de 2014
viernes, 21 de febrero de 2014
ReVista OjOs.com 27. Rocío Erótico
ReVista OjOs.com 27, es una publicación electrónica realizada por los artistas amigos del Museo Arte Erótico Americano "MaReA", el primero de América y publicada en Bogotá, Colombia. En las páginas 76-79 de este número recogen por tercera vez la publicación del libro "Rocío Erótico".
Se reproducen los Microrrelatos de Manuel Pérez-Lizano y de Milagros Angelini Vega y los dibujos de Steve Gibson y de Judit Judith Vergara García.
miércoles, 12 de febrero de 2014
Entrevista. Huesca
Martínez, Myriam: «Creo que es un aliciente hablar sobre erotismo en un momento tan gris», Diario del Alto Aragón, (Huesca), (10–02–2014).
Estupendo reportaje fotográfico de José Luis Gamboa, presentación del libro "Rocío Erótico",
en la Librería Anónima de Huesca-España, 30 de enero de 2014.
en la Librería Anónima de Huesca-España, 30 de enero de 2014.
https://www.facebook.com/joseluis.gamboaurgeles/media_set?set=a.10152561522588696.1073741930.762468695&type=1
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