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miércoles, 27 de febrero de 2013

Entrevista de Isabel Alfaro a Paco Rallo




Entrevista de Isabel Alfaro a Paco Rallo. Zaragoza, 4 de diciembre de 2009


«El diseño en cada período es muy interesante. Lo más atractivo actualmente es la revolución tecnológica permanente que vivimos».

Pintor, diseñador gráfico y escultor, forma parte del estudio Camaleón dedicado al diseño gráfico; un estudio zaragozano que, en el 2010, cumple 20 años: «el estudio Camaleón –puntualiza Paco Rallo- revisará su trayectoria con una exposición, que no pretende ser didáctica, pero sí que se aprecien las posibilidades que tiene un estudio como éste, y como se ha ido desarrollando su estética a lo largo de su recorrido».

Isabel Alfaro. ¿Qué es un diseñador gráfico y qué función cumple?

Paco Rallo.  Esta es una pregunta complicada de responder de forma sucinta; básicamente, nuestro trabajo está destinado a canalizar nuestra creatividad a través de una máquina de imprimir. Trabajamos en diferentes áreas, entre las que puede destacarse la llamada “identidad corporativa” y todas las aplicaciones que a ésta le corresponden, siguiendo los criterios de un manual con ejemplos de aplicaciones según las diferentes necesidades del cliente, o con la finalidad de desarrollar un logotipo. Otro de los variados temas que desarrollamos es el de la “señalización” de monumentos históricos, de espacios comerciales, expositivos o de grandes edificios, a partir de pictogramas y flechas direccionales, con el objetivo de facilitar la orientación en el espacio de las personas y de que éstas puedan llegar más rápidamente a su destino. Otro campo importante del diseño es el del “packaging”: diseñamos etiquetas, bolsas, cajas, envases en las que un objeto determinado ha de ser presentado o guardado. Otra disciplina destacable de nuestro campo es la “gráfica aplicada”; atendemos a su desarrollo integral, tanto para exposiciones como para eventos puntuales, con aplicaciones a diferentes soportes tales como folletos, anuncios, banderolas, banner y merchandising… En el ámbito del “diseño editorial”, habría que encuadrar desde la edición de libros y catálogos, hasta la confección de memorias, revistas, folletos, etc. El diseñador gráfico es, en síntesis, un profesional que debe de poseer conocimientos amplios de los medios con los que trabaja, conocer los diferentes procesos de reproducción y las potencialidades de las máquinas que van a imprimir sus trabajos. Es una profesión que exige muchas horas de dedicación, mucha paciencia y muchos años de experiencia: en esencia, un verdadero diseñador es una persona totalmente entregada a su profesión.

I.A. ¿Qué vínculos tiene un diseñador con el mundo de las artes gráficas?

P.R. En las imprentas es donde renacen nuestros trabajos. Éstas rara vez nos encargan trabajo, lo que resulta una paradoja curiosa, porque siendo nuestros proveedores, resultan también ser competidores; para el diseñador resulta básico trabajar y entenderse bien con el mundo de las artes gráficas y conocer su proceso. Nosotros procuramos estar pendientes de todos los pasos, desde el arranque de máquinas y la comprobación de la calidad del color, hasta  la encuadernación, resolviendo en todo momento dudas, eligiendo los materiales, etc. Es decir, seguir el proceso es parte de nuestra profesionalidad, y es fundamental para que el trabajo quede perfecto. Sin las imprentas nuestro trabajo no existiría.

I.A. ¿Qué habilidades y aptitudes consideras que, en síntesis, debe poseer un diseñador?

P.R. El diseñador debe ser eminentemente creativo, poseer una formación artística y gráfica, dominar la tipografía, el color y la composición, tener conocimientos amplios del gremio y su terminología…. Estas son, en síntesis, las fórmulas ideales para realizar nuestro trabajo.

I.A. ¿Qué relaciones crees que pueden establecerse entre el mundo de la publicidad y el diseño gráfico?

P.R. Son como dos hermanastras: tienen mucho que ver y, a veces, van muy de la mano. Pero, sin embargo, en otras ocasiones se distancian. Lo que hoy entendemos como diseñador gráfico es un concepto muy actual que tiene su origen en la necesidad humana de comunicar. Todo ha evolucionado mucho; primero, fueron los pintores los que comunicaron a través del cartelismo; más tarde, llegaron las agencias de publicidad, que solían contar en sus departamentos con dibujantes publicitarios -así era como se les denominaba anteriormente- trabajando en equipo bajo unas directrices marcadas por el director de arte y el copy, redactor de los textos y de los eslogan. Dentro de las agencias de publicidad, el diseñador era -y es- una parte importante de ese equipo; pero no todas las agencias tienen diseñadores trabajando con ellos, hay muchas agencias pequeñas que solicitan trabajos puntuales a diseñadores para colaborar en ciertos proyectos o concursos.

Yo colaboré con varias agencias hace años; el trabajo puede ser compatible siempre que exista una confianza entre la agencia y el diseñador, una adaptación a las necesidades que te van marcando a través del briefing: toda esa información fructificará en la creatividad de la campaña. A veces es complejo trabajar con grandes agencias de publicidad que tienen muchos departamentos; con el de marketing puede ser complicado entenderse, simplemente porque creo que no nos transmiten bien lo que quieren y eso nos genera cierta confusión. Como comentaba antes, son dos profesiones hermanastras que a menudo pueden ir juntas y, también, sobre todo, absolutamente separadas.

I.A. ¿Qué razones te llevan a concebir tu trabajo dentro del mundo del diseño y no del de la publicidad?

P.R. Siempre lo he tenido claro. A mí el mundo de la publicidad no me ha gustado, porque supone trabajar con agencias, con medios de comunicación… Me interesa mucho más la parte más artística que implica el ámbito en que me muevo. En publicidad es preciso hacer cuñas de radio, spots de televisión, campañas de prensa o en cualquier otro soporte de comunicación, trabajar en equipo…. y eso no me ha interesado tanto; me ha gustado tener libertad a la hora de realizar mis trabajos. La primera empresa que monté con Miguel Sanza, se llamaba «Vértigo de Diseño»; él provenía de un mundo más próximo a la publicidad y llegó un momento en que nuestros caminos se separaron por necesidades profesionales. Yo no me quería integrar tanto en el mundo de la publicidad, de los anuncios, me parecía todo muy pesado, y a veces el proceso me resultaba muy largo y monótono. Quería mantener esa parte creativa y libre que nunca se llega a conseguir del todo, porque muchas veces te condiciona el cliente.

I.A. ¿Quién te inspiró a que tomaras una vía eminentemente artística?

P.R. Mi padre, Francisco Rallo Lahoz, fue escultor toda su vida. No hizo otra cosa que trabajar en diversos materiales creando sus esculturas; yo, desde niño, lo he visto trabajar incansablemente en su estudio-taller. Para mí el arte ha estado presente en mi vida desde siempre; con mi padre he visitado estudios de artistas y he visto muchas exposiciones como algo natural. Después, ingresé en la Escuela de Arte de Zaragoza donde comencé a trabajar con otros compañeros, con los que montamos el Grupo Forma, que nos atrapó en una vorágine de vanguardia; aquellos fueron mis comienzos como artista.

I.A. ¿Qué podrías contarnos sobre tu itinerario como artista; de tus faceta como pintor y escultor; de tus exposiciones?

P.R. En realidad, llevo muchos años trabajando en el ámbito artístico, en pintura, escultura, grabado, cerámica, instalaciones, diseño gráfico… he realizado muchas cosas y obras, porque comencé muy joven y he sido muy inquieto. Lo importante es que he llegado a fusionar mi pensamiento de artista y de diseñador, creo que con unos resultados estupendos. El hecho físico de pintar, de coger pinceles, hace años que nolo practico; pero eso no quiere decir que no vuelva a pintar en el futuro... Y con la escultura me sucede lo mismo. Actualmente, algunos historiadores y críticos consideran un poco arriesgado definir mis obras, porque dicen que soy un artista-diseñador o un diseñador-artista; y, en realidad, tienen mucha razón, porque yo no establezco ninguna diferencia a la hora de abordar mi trabajo, sobre todo si éstos son personales, es decir, no obedecen a un encargo, sino a una motivación propia. Yo creo que el diseño es un concepto muy actual de arte: hace poco declaraba en prensa que, para mí, es una de las artes emergentes más actuales y que no hay que tener complejos por crear dentro de sus dominios; algo parecido a lo que, en su momento, le sucedió a la fotografía. Existen museos tan importantes como el MOMA -que siempre ha sido pionero en todas las tendencias- donde determinadas obras de diseño conviven y se consideran al mismo nivel de importancia que cualquiera de las obras de los grandes maestros del siglo pasado; podemos ver allí una corbata de Missoni, un cartel de Cassandre, y objetos tan variados como un exprimidor de limones de Philip Stack o una silla de Ludwig Mies van der Rohe. En el mundo en que vivimos, es preciso tener la mente muy abierta. El arte del siglo XX revolucionó mucho las cosas y en este siglo XXI los avances tecnológicos van a  ser vitales en el desarrollo de las artes, especialmente su distribución por la red; es decir, todo está mucho más difundido y va mucho más rápido, y en este proceso los creadores tenemos que vencer los complejos y soltar muchos lastres.

I.A. ¿Qué piensas del diseño actual? Haciendo una comparativa con el de hace 20 años, el proceso de su desarrollo ¿ha sido positivo o negativo?

P.R. Creo que las comparativas nunca son buenas; el diseño en cada período es muy interesante; lo más atractivo actualmente es la revolución tecnológica que vivimos. Ésta nos ha posibilitado el poder hacer muchas cosas que antes resultaba muy complejo y difícil, porque todo el proceso de creación de originales era muy manual. Trabajábamos directamente con la fotocomposición, con la fotomecánica, teníamos correctores de estilo… Ahora el resultado final de un trabajo que va a ir a imprenta sale en un CD, en un DVD, o vía Internet. Lo que hemos ganado son posibilidades técnicas y lo que hemos perdido es libertad: nos hemos tenido que reciclar y asumir funciones que antes no hacíamos.

I.A.  En cuanto a Estudio Camaleón, que es en el que trabajas actualmente, ¿cómo te integraste en él?

P.R. La verdad es que resulta una historia muy curiosa. Nos unió el trabajo: un cliente que nos encargaba proyectos tanto a mí como a Manuel Estradera, en un momento dado nos encomendó uno que debía ser desarrollado en tiempo récord, prácticamente en 35 días. Creo que, con buen criterio, él pensó que, dado el poco tiempo que quedaba, ninguno de los dos íbamos a poder llegar individualmente, pero que, uniendo nuestras dos fuerzas y dos experiencias podíamos hacerlo perfectamente. La verdad es que llegamos a base de no dormir muchas horas. Luego, yo me fui a mi estudio, Manuel siguió con el suyo, nos volvieron a llamar para otros proyectos importantes y un día hablamos y nos dijimos «vamos a funcionar juntos que es un poco absurdo que estemos por separado». En el estudio Camaleón me integré en el 2006.

I.A. El año que viene el estudio cumple 20 años del inicio de su actividad ¿cómo afrontáis esta efemérides?

P.R. Efectivamente, Camaleón empezó hace 20 años como estudio de diseño gráfico. Lo montó Manuel Estradera junto con Samuel Aznar, Isidro Ferrer y Luis Royo. Ha tenido varias configuraciones a lo largo de este tiempo, y hemos pensado que esta efemérides resulta una buena fecha para celebrar. Al fin y al cabo, no hay tantos estudios abiertos en España que tengan 20 años, y decidimos que por qué no hacer una celebración con una gran fiesta, que nos sirviera para revisar todo este período por el que han pasado diferentes diseñadores. La idea y el concepto de la exposición se le planteó al Centro de Historia de Zaragoza, que lo ha acogido como un proyecto propio. Contamos con Raquel Pelta, una de las grandes investigadoras del diseño a nivel nacional e internacional, que se encarga del comisariado de la exposición y de la publicación que recogerá los mejores trabajos de estos 20 años del Estudio Camaleón.

¿Y en qué consistirá la exposición?

P.R. Camaleón revisará su trayectoria con una publicación y una exposición que no pretende ser didáctica, pero sí que se aprecien las posibilidades que tiene un estudio gráfico como el nuestro y cómo ha ido desarrollando su estética en estos últimos 20 años, y obviamente sacaremos lo mejor. Habrá un poco de todo: identidad corporativa, señalización, packaging, gráfica aplicada, merchandising, diseño editorial, cartelería… y también obras más personales realizadas para exposiciones concretas o publicaciones a las que hemos sido invitados.

I.A. ¿Quiénes trabajáis en el estudio?

P.R. Actualmente, somos cuatro: Miguel Bielsa, Ana Jérez, Manuel Estradera y yo. Hay un cincuenta por ciento de juventud y un cincuenta por ciento de madurez; la verdad es que tenemos un buen ambiente de equipo.

I.A. ¿Qué requisitos se le piden a una persona que quiera trabajar en vuestro estudio?

P.R. Siempre se valora mucho la formación, su actitud en el trabajo y la manera de plantearlo; es decir: interés, creatividad y profesionalidad.

I.A. ¿Cómo lo publicitáis? ¿Cómo os conoce la gente?

P.R. Yo creo que los únicos que no se publicitan somos los diseñadores gráficos, porque la verdad es que nos vendemos muy mal. ¿Cómo nos localiza la gente? Por nuestros trabajos, porque nos recomiendan otros clientes, por la experiencia de muchos años, por la calidad de nuestros diseños y por la seriedad profesional.

I.A. ¿Qué tipo de maquinaria o programas usáis en el estudio?

P.R. En el estudio se trabaja con Apple Macintosh, sistema que en su momento se especializó para los diseñadores gráficos. Se ha trabajado hasta hace poco con tres programas básicos y esenciales que eran: para maquetar, QuarkXPress; para dibujo, FreeHand y para imagen Photoshop. Ahora hay programas nuevos como Indesign, Illustrator…

I.A. ¿Qué tipo de trabajos realizáis en el estudio y cuáles son los más demandados?

P.R. Trabajamos en temas muy diferentes que, conforme van llegando al estudio, se van resolviendo. Lo bello que tiene este trabajo es que cada proyecto es diferente: aunque sea un simple libro, no es lo mismo diseñar un libro de cartografía que uno de arte o de música, de literatura o de poesía; cada libro es diferente y requiere un tratamiento especial. Pasa lo mismo con la identidad corporativa o con el packaging: no es igual diseñar un estuche para alojar zapatos que otro para bombones, o para una botella de vino… A mí una de las cosas que más me gustan  de este trabajo es precisamente que cada diseño es diferente y esto es muy gratificante. También porque se aprende muchísimo a base de trabajar los textos, las imágenes, lo cual te permite ir adquiriendo conocimientos bastante amplios y curiosos.

I.A.  De todos los trabajos que has hecho, ¿cuál te hace sentirte más orgulloso?

P.R. Estoy muy satisfecho con algunos trabajos de diseño editorial. He tenido la gran suerte de trabajar en la edición de libros de arte. Tengo libros muy diferentes, algunos de los cuáles han sido premiados. Recuerdo con especial cariño el libro y catálogo “ El Espejo de nuestra Historia” editado a comienzos de los  años noventa; creo que éste fue uno de los libros que más me costó meterme en la cabeza, pues resulta un gran reto diseñar publicaciones tan grandes en las que hay ochocientas o mil fotos… llevar mil fotos en la cabeza es complicado y el no repetir ninguna mucho más; y encima, con poco tiempo, lo que hace el proceso mucho más complejo y difícil. Puedo recordar otros trabajos editoriales de los que me siento muy orgulloso, como por ejemplo: “La Sillería de la Catedral de Plasencia” y “El Altar mayor de La Seo de Zaragoza”; creo que ambos son muy hermosos. Con el Estudio Camaleón colaboramos para editar “Territorium”, “Ferdinandus Rex Hispaniarum” y “Acuaria”, que presentan muy buenos diseños. Especialmente el de la exposición de Fernando el Católico, ‘Ferdinandus Rex Hispaniarum’, creo que fue un trabajo excelente, una gran publicación que está muy cuidada, plagada de imágenes, etc. Se empezó a plantear su diseño editorial pensando en la tipografía que se iba a emplear y compramos una fuente a un diseñador portugués de tipografías. También tuvo muy buena acogida entre los especialistas, y hoy en día es un libro muy buscado; para la exposición hicimos la señalización y la gráfica aplicada, que quedó perfecta. De identidad corporativa, puedo recordar dos diseños muy conocidos: el del “Auditorio de Zaragoza” y el del “Museo Pablo Serrano”, así como el logotipo que realicé para la marca de ropa de punto “Donna”, por encargo de Industrias Val en Barcelona. Te he destacado unos cuantos, pero podría acordarme de otros muchos; aunque si me han venido éstos ahora a la cabeza, es porque para mí son importantes.

I.A. ¿Cuál dirías que ha sido el punto álgido de tu carrera hasta el momento?

P.R. Pues no lo sé…empecé hace unos años a aproximar mis experiencias artísticas con mi experiencia en el campo del diseño, con muy buenos resultados. De esta hibridación salió una colección de obras a la que denominé ‘Espacios de Confluencia’, obras muy personales donde integro mi estructura mental como artista y como diseñador. Pienso que fue una experiencia muy positiva, porque dio como resultado una obra muy libre. Momento álgido…quizás sea la madurez en su conjunto como etapa, ya que, a la hora de afrontar trabajos, te sientes mucho más seguro que hace años.

I.A. Cuéntame alguno de los aspectos que afecten negativamente a tu campo profesional y pienses que todos deberíamos conocer.

P.R. Lo más negativo es el poco tiempo que tenemos para trabajar; este siempre ha sido un factor muy negativo para nosotros. Trabajar en estas condiciones te genera mucha presión, aunque incluso trabajando así salgan buenas cosas. Quizá, también, la actitud de algunos clientes que son demasiado conservadores a la hora de plantear sus necesidades, y eso te limita un poco la creatividad. Sería importante que los clientes fueran más abiertos mentalmente y confiaran más en los profesionales. Lo importante es que el resultado final del diseño esté bien realizado, que comunique y que llegue bien.

I.A. ¿Qué tipo de clientela tenéis?

P.R. Tenemos una clientela muy amplia; trabajamos para todos aquellos que necesitan de nuestros servicios y nos lo solicitan, desde grandes a pequeñas empresas, o autónomos que van a montar un negocio y precisan de lo mínimo, que es su identidad con su papelería o su rótulo para la fachada, y también para instituciones con grandes proyectos. Nosotros no hacemos distinciones: un trabajo es un trabajo, sea pequeño o grande, y nos merece el mismo respeto.

I.A. Cuando empiezas a realizar un diseño ¿qué proceso sigues y cuáles son tus fuentes de inspiración?

P.R. Cuando llega un nuevo encargo al estudio, antes de que empieces a realizarlo materialmente, ya entra a formar parte de tu estructura mental, lo llevas en la cabeza, está contigo en tu vida diaria y te van surgiendo ideas que luego irás poco a poco aplicando. Mi método consiste en dar con una primera idea básica, como eje sobre el que desarrollar el trabajo, y también compartir las ideas con la gente del estudio y que de esa combinación de ideas salga la mejor posible.

I.A. ¿Eres de esas personas a las que se les ocurren las ideas mientras duermen y se levantan a apuntarlas?

P.R. No, porque hago una catarsis de forma natural cuando dejo mi trabajo, e intento desde hace muchos años desconectar, no llevar en la cabeza ninguna preocupación. Cuando me duermo, descanso, y dejo para el día siguiente lo que tengo pendiente por resolver.

I.A. ¿A quién consideras como los referentes del diseño gráfico actual?

P.R. Por decirte algunos diseñadores extranjeros que me gustan, Neville Brody, David Carson o John Maeda... de entre los españoles, Paco Bascuñán, Pepe Gimeno, Pepe Cruz Novillo, Alberto Corazón…. todos ellos con una obra importante. Y de entre los jóvenes diseñadores considero que están muy preparados y van a dar mucho juego David Ruiz y el estudio Ipsum Planet.

I.A. ¿Destacarías algún centro de estudios de diseño?

P.R. En España, los centros pioneros de formación son los de Barcelona. Ahí hay escuelas privadas estupendas, pero también es verdad que actualmente hay ciclos formativos en muchas otras ciudades españolas, con titulación en diplomatura y licenciatura. Yo he asesorado y he estado evaluando en la escuela de Artes de Huesca en los proyectos de final de carrera ¡vamos, incluso poniendo nota!

I.A. Por último, ¿qué le recomendarías a la gente que está empezando en el mundo del diseño?

P.R. Que tengan mucha paciencia; que se intenten formar bien; que si tienen la posibilidad de salir fuera que salgan; esto último por muchos motivos, sobretodo porque viajar es higiene mental, porque te da la opción de ampliar idiomas y también de apreciar otras formas de trabajar y otras culturas… Les diría que lean, que observen la vida con atención y participen de ella con intensidad, que visiten museos, que vayan a los conciertos, que tengan una formación amplia; en definitiva, que sean curiosos por todo lo que sucede en su alrededor. Y, ante todo, les diría que no tengan prisa. Antes había pocos diseñadores y ahora hay muchísimos, pero también es verdad que siempre salen los mejores, y el que es bueno, y tiene voluntad y espíritu de sacrificio llegará a ser un buen profesional.

jueves, 7 de febrero de 2013

Te copiaré 100 veces






Rallo, Paco: «observó la belleza silenciosa...», en el cuaderno Te copiaré 100 veces. 
Volumen 1, (literatura manuscrita), SIR OPE. Colectivo MATARILE, 
Zaragoza-Tauste-Remolinos, 2012, p. 43.
Edición numerada de 100 ejemplares, confeccionados artesanalmente 
en formato cuaderno, diciembre de 2012



jueves, 24 de enero de 2013

El Espejo de Nuestra Historia. 1991



Diseño editorial: Paco Rallo. Vértigo Dediseño, 1991
Fotografías: Andrés Ferrer & Antonio Ceruelo, Estudio Galería


Esta magnifica exposición fue comisariada por Pablo Rico & Domingo Buesa, es una de las más importantes de mi carrera profesional como diseñador, donde tuve el honor de trabajar con la confianza y complicidad de los comisarios, también una de las más estresantes, se realizo en un breve e intenso tiempo, creo que esta muestra podría estar en el libro de los “Récord Guinness”, todo se preparo en dos meses y cuando digo todo es todo... desde la selección de obras, sus estudios y fichas catalográficas, restauración, transporte, fotografías, el diseño expositivo y editorial junto al montaje y adaptación de las obras a tres grandes espacios expositivos… trabajábamos un promedio de 15 a 18 horas diarias.

Paco Rallo




ESPEJO DE NUESTRA HISTORIA, Zaragoza, 1991

"El Espejo de Nuestra Historia". Curators: Domingo Buesa y Pablo J. Rico
523 obras (s. IV-s. XX): materiales arqueológicos, documentos históricos, platería y orfebrería, joyas bibliográficas, tapices, pinturas, esculturas... pertenecientes al Patrimonio de la Archidiócesis de Zaragoza.

Palacio de La Lonja, Palacio Arzobispal e Iglesia de San Juan de los Panetes, Zaragoza (España), octubre 1991 - enero 1992

Catálogo de la exposición "El Espejo de nuestra Historia. La Diócesis de Zaragoza a través de los siglos", 670 pp., más de 400 fotografías a color; un centenar de especialistas redactaron las distintas fichas técnicas de cada una de las obras en exposición. Edición: Zaragoza Cultural S.A., Zaragoza (España), 1991


“El Espejo de Nuestra Historia” es una de mis exposiciones más memorables, un empeño más allá de lo estrictamente profesional que compartí gozosamente con Domingo Buesa. Fueron muchos los objetivos que nos planteamos con aquella exposición, muchos de ellos logrados con el tiempo pese a la obstrucción de algunos políticos locales y demasiadas envidias a nuestro alrededor. Fue mi última exposición como Jefe de la Sección de Museos y Exposiciones del Ayuntamiento de Zaragoza y Coordinador General de Zaragoza Cultural. Luego vendría mi etapa como Director de la Fundación Miró de Mallorca, etc. “El Espejo de Nuestra Historia” fue mi última gran exposición como “historiador de arte” tras la exposición antológica de Goya en Venecia y el Settecento Veneciano, entre otras. A partir de entonces me he dedicado casi exclusivamente al arte contemporáneo, a mis proyectos personales con artistas actuales, al arte “vivo y coleando”… No obstante, sigo considerándome un historiador del arte, sobre todo, además de museólogo y curator, más creativo que académico. Aquella exposición ––más que una exposición–– fue una tarea gigantesca que sólo pudimos llevar adelante con nuestro inmenso entusiasmo y el de quienes nos acompañaron en el proyecto: más de 100 especialistas (los mejores) en los más diversos temas que tratamos, nuestro equipo de colaboradores técnicos (en la secretaría, en la arquitectura y museografía, en la restauración de piezas, en la fotografía, trasporte, etc.), en la edición del catálogo (sobre todo a Paco Rallo)… y a nuestros “cómplices”, especialmente a Monseñor Elías Yanes, arzobispo entonces de la Sede de Zaragoza…

En el texto inicial del catálogo, Domingo y yo afirmábamos que “El Espejo de Nuestra Historia” tenía un hilo conductor “que nace inequívocamente de una narración histórica: la propia historia de la diócesis, pero que amplía sus objetivos más generales en el sentido de aproximarnos al conocimiento y comprensión de una identidad cultural ––Aragón a través de los siglos–– y de las especiales circunstancias y realidades que configuran a Zaragoza como centro y escenario principal de la referencia en la definición e irradiación de esta identidad”… es decir, una narración histórica de la diócesis, que es casi decir de Zaragoza y Aragón y buena parte de su historia, y una aproximación a nuestra identidad cultural por medio de una selección de obras singulares, imágenes y contenidos, que la significan, representan y explican… La edición de su catálogo, sin duda uno de los mayores empeños y logros editoriales en Aragón, hizo memorable aquel acontecimiento artístico-cultural más allá de nuestros respectivos recuerdos personales…

Hicimos entonces lo que teníamos que hacer… Estoy orgulloso, más que eso, de la tarea cumplida. Cuántas tareas cumplidas con satisfacción, memorables. A mi país le di todo lo que pude y supe hacer. Desde “mi exilio” deseado, me conmuevo con los recuerdos… Punto.

Pablo J. Rico

miércoles, 2 de enero de 2013

Al profesor Ángel Azpeitia



Paco Rallo. Collage para Azpeitia, 2012. Papel impreso/papel, 29 x 21 cm






Al profesor Ángel Azpeitia, que me trasmitió sus conocimientos 
y profunda pasión por el arte.

Sin arte la vida sería un error.
Friedrich Nietzsche

Paco Rallo

Artista Visual & Diseñador Grafico
Zaragoza, 9 de abril de 2012


En la década de los 70, coincidí en la Escuela de Arte de Zaragoza con algunos pintores que habrían de ser compañeros de viaje en el grupo Forma: Fernando Cortés, Manuel Marteles y Paco Simón. También con artistas que fuerón cómplices de nuestras acciones, manifiestos, happenings, y propuestas plásticas… me refiero al al pintor y escritor José María Blasco Valtueña y al escultor vasco Iñaki Moreno Ruiz de Eguino. Esta escuela contaba entonces con un profesorado anclado en un sistema de enseñanza absolutamente decimonónico, con posiciones muy próximas a Falange, Sección Femenina y Acción Católica; alguno de estos docentes los de mayor rango solían ser los más vagos se dedicaban a deambular por las clases, baboseando con las alumnas y dejando la responsabilidad de la formación a unos cuantos jóvenes «penenes» que buscaban desesperadamente conseguir un puesto de trabajo fijo; éstos demostraban una mayor dedicación a la hora de impartir las clases, pero aplicaban sin piedad la doctrina impuesta por el corrupto sistema ¡Cuánta hipocresía! En clase, mano dura; en la calle, colegas exponiendo juntos… No les guardo rencor.

Asimismo, había un pequeño grupo de profesores con verdaderas ganas de trasmitir sus conocimientos. Entre estos profesores genuinos, el alumnado sentía un respeto personal por el entonces joven Ángel Azpeitia Burgos que, por su aspecto e indumentaria, siempre me recordaba a un miembro de La familia Adams; buceando en mi memoria al escribir este texto, evocó la rara cualidad que tenía Azpeitia de encuadrar cada uno de los períodos que estudiábamos en su particular contexto político, económico, social y cultural, y la habilidad que demostraba para sumergirnos en la vida cotidiana y en definitiva para atraparnos con su discurso. Estas magnificas clases, a las que asistí durante cuatro años con asiduidad, se complementaban con la proyección de diapositivas en blanco y negro. Al hilo de esto, escribí, en el 2006, un pequeño texto en el libro Fundiendo los plomos. Homenaje al tipógrafo aragonés Joaquín Ibarra y Marín, que ilustra muy bien lo que deseo trasmitir: 

«En la ciudad renacentista de Florencia, a finales de agosto de 1973, fue donde perdí mi virginidad, la que poseía en la mirada; sucedió en la Academia de los Uffizi, y en el Museo Nacional Bargello. Ocurrió en vivo y en directo, cuando delante de mí, sin previo aviso, estaban los grandes maestros que había estudiado en los libros de Historia del Arte de Diego Angulo y en las sabias clases que mis profesores Federico Torralba y Ángel Azpeitia me habían impartido; conocía muchas de las obras por reproducciones y diapositivas; eso sí, las conocía en blanco y negro. El impacto de tanta belleza fue de tal magnitud al descubrir el color y sus perfectas proporciones, que me lloraron los ojos ante tanta emoción y sutileza. En ese instante decidí consagrarme, de un modo iniciático, a amar la belleza y dedicarme al Arte»

Recuerdo a Ángel Azpeitia impartiendo sus clases de arte en una bella aula semicircular con pupitres de madera continuos; hace años que soy consciente de hasta qué punto aquellas lecciones me marcaron para siempre, haciéndome sentir cómodo cuando visito nuevos países y ciudades, sus museos y monumentos, o también cuando ejerzo de anfitrión intentando trasmitir esos conocimientos que desde entonces he ido ampliando por mi propia actitud vital como artista. Esta sólida base se debe, en gran parte, a la influencia del doctor Ángel Azpeitia, al que le estoy tremendamente agradecido.

Simultáneamente a su labor docente ejercía la de crítico de arte en las páginas de Heraldo de Aragón, donde recogía el acontecer de las periódicas exposiciones de la ciudad. Una doble paradoja —la de profesor y crítico— se nos antojaba a esos jóvenes artistas —los Forma— que empezábamos a caminar por el mundo de la creación. Ángel supo diferenciar invariablemente entre la relación exigente con sus alumnos y el ejercicio de la crítica. Él siempre estuvo atento a las propuestas más atrevidas del momento que le proponíamos con nuestras exposiciones, happening o acciones. Con motivo de la exposición retrospectiva, de 2002, Grupo Forma. Actitudes e Ideas, ideas y actitudes. 1972–1976, Palacio de Sástago, Zaragoza, Ángel Azpeitia nos escribió un texto que comienza como sigue:

«Quizás ningún otro colectivo ocupe tanto sitio en el corazón de mi corazón, en mi recuerdo y en el de días muy satisfactorios dentro de mi ejercicio profesional. Por entonces, cuando aparece el Forma, sus miembros estaban ligados, como quien escribe —aunque en funciones distintas del menester—, a la Escuela de Artes de Zaragoza. Y sabido es que ese centro fue mi primer amor, el que nunca se olvida. Pero, memorias personales aparte —que no son superfluas aquí, a la hora de ofrecer un testimonio de mis contactos con el grupo y opiniones en aquella etapa—, debo insistir en la idea de que los setenta suponen la culminación de la vanguardia entre nosotros, digan lo que digan quienes falsean la historia a posteriori o los que quieren trasladar a nuestro ámbito la cronología de distintos lugares. Dentro de dicha década el Forma, con prioridad de tiempo sobre el Azuda–40, aunque éste arrancase del anterior Intento, representa al límite y por encima de cualquier otra iniciativa los supuestos modernos, especialmente desde un punto de vista conceptual».

A lo largo de estas cuatro últimas décadas he coincidido con Ángel Azpeitia en multitud de exposiciones, donde con frecuencia hemos tenido ocasión de intercambiar nuestras impresiones sobre la obra expuesta y las nuevas tendencias que iban surgiendo. También, en diversos jurados y eventos de responsabilidad, manteniendo largas y gratas conversaciones con amigos comunes. Estamos ante un buen conocedor de la vida y de sus placeres, que sabe disfrutar de ellos y haciendo partícipes a los demás, como norma departiendo su agradable conversación, con temas muy diversos deslizados con su gracejo especial y sabiduría. En mi vida profesional tengo multitud de entradas bibliográficas de Ángel Azpeitia desde hace cuarenta años, tanto en mis exposiciones individuales como en las numerosas colectivas en que he participado, algunas comisariadas por él. También me prologó el catálogo de mi exposición individual en el Museo de Teruel, año 1988, del que extraigo este precioso fragmento con el que, después de veinticuatro años, todavía me siento identificado: 

«Seguramente Rallo, si se piensa en el resto del Forma, da un registro más frío, más mental. Es inteligente y le agradan las estructuras. Esto parece lógico, desde luego, en quien practica como escultor, además de como pintor. Al profundizar en su trayectoria se encuentran arraigadas admiraciones por los neoplásticos y suprematistas. Es una constante que fluye paralela a otra de corte metafísico. Porque a Rallo le tienta el misterio. Y nada impedirá que el arcano se manifieste por el número, como apunta la cábala, o se adentre en el espacio».

Desde que le conocí, como profesor y crítico, siempre le he respetado y admirado. En la actualidad, me alegra captar su entusiasmo vital junto con María Luisa, su compañera de vida, disfrutando de sus hijos y nietos. Después de un período complicado de salud, ya superado, ha vuelto a ejercer la crítica de arte como lo ha hecho durante décadas, siempre fielmente. Ahora, después de tantos años, cuando me encuentro con ellos, mi interior los siente, cual si fueran miembros de mi familia más íntima, la que uno elige a lo largo de la vida. 






Rallo, Paco: «Al profesor Ángel Azpeitia, que me trasmitió sus conocimientos y profunda pasión por el arte», 
en el libro Ángel Azpeitia: Historiador y Crítico de Arte. Intensidad radial: 1933-2012, Aladrada ediciones, 2012, pp. 162-165.












Libro Ángel Azpeitia



Diseño gráfico. Paco Rallo, 2012
Fotografía: Columna Villarroya


Pérez-Lizano, Manuel: «Ángel Azpeitia: Historiador y Crítico de Arte. Intensidad radial: 1933-2012»,
Aladrada ediciones, Zaragoza, 2012, pp. 232.





miércoles, 19 de diciembre de 2012

Ahuyentando fantasmas


Ahuyentando fantasmas
Consideraciones en torno al hecho de ser artista en el mundo de hoy (a orillas del Ebro)


Paco Rallo
12 de Octubre de 2008


Como un homenaje particular, recojo como título general para este breve ensayo, el homónimo a la exposición del gran artista neoyorquino Jean-Michel Basquiat, que pude disfrutar recientemente en la muestra organizada por la fundación Marcelino Botín de Santander, en la cual se presentaron 45 excelentes obras correspondientes a su periodo de producción entre 1981-1988; año éste último en que muere trágicamente por sobredosis de opiáceos y cocaína, con tan sólo 27 años. Algunas de las obras expuestas en esta muestra, «Ahuyentando fantasmas» de Basquiat, entre ellas especialmente «Eroica II, 1988», me recordaron vivamente a ciertos trabajos del artista zaragozano Manolo Marteles realizados a mediados de los setenta, periodo en que el aragonés militaba, al igual que yo, dentro del Grupo Forma (1972-1976). Este recuerdo se concentró, muy específicamente, en su obra «Down Among the sheltering palms (b), 1975»,  perteneciente a una época en la cual Marteles desarrollaba con total libertad como artista y como escritor su parte más creativa, incorporando textos y collages a esas pinturas tan características suyas, realizadas sobre heterogéneos y sorprendentes soportes: puertas de panel, papeles de todas clases, pintados con esmaltes sintéticos o enriquecidos conceptual y formalmente con textos manuscritos de bolígrafo, etc, etc. La proximidad del espíritu de estas obras me lleva al convencimiento de que, en caso de haberse conocido, ambos artistas se hubieran llevado estupendamente.


De arte y artistas

                                                            Ningún gran artista ve las cosas como son en realidad; si lo hiciera, dejaría de ser artista.
                                                                                                                              Oscar Wilde

Esta misteriosa analogía entre obras y artistas separados en el espacio y en el tiempo y, sin embargo, unidos por un imperceptible hilo de afinidades –¿espirituales?–, me ha dado pie a reflexionar, primero in mente y, más tarde por escrito, sobre la misteriosa proximidad que a menudo existe entre los artistas plásticos o visuales, aún a pesar de las diferencias de tiempo y lugar. Desde que se forjara hace siglos, Aragón puede presumir de ser cantera de numerosos e importantes artistas y de aportar al mundo relevantes figuras que han enriquecido, y revolucionado en ocasiones, el arte universal. A este respecto, no hace falta que cite nombres por todos conocidos. La muestra colectiva «Rarezas de Artista», que se presenta en el claustro del monasterio nuevo de San Juan de La Peña (Huesca), magníficamente recuperado como hospedería por el Gobierno de Aragón, es un ejemplo de exposición con obras de artistas aragoneses actuales comprometidos, con una calidad indiscutible en sus propuestas y perfectamente exportable a cualquier parte del mundo.

En cierta ocasión, hablando de arte con el también zaragozano, artista y amigo Sergio Abraín, coincidíamos ambos en que no es posible apreciar una gran diferencia entre el trabajo que vienen realizando los artistas de cualquier gran capital del mundo, y el que se realiza en nuestra comunidad. Y es que resulta obvio el hecho de que las diferencias que puedan existir, no son en realidad de índole artística, sino que radican en esa carencia crónica de iniciativa privada que nos aqueja, y en esa indiferencia institucional que padecemos, con una casi inexistente política cultural que, muy al contrario de cumplir el papel que debería -ayudar, promocionar y defender a nuestros artistas plásticos y visuales, realmente y en la práctica– se evade en exposiciones de relumbrón, engalanadas con el sospechoso brillo de todo lo que llega de fuera; este último punto supone una inquietud generalizada entre nuestros compañeros de fatigas, el gremio de los artistas plásticos. Como, también, el preocupante hecho que no estamos de moda –no interesamos–, mientras se promocionan en mayor medida otras artes hermanas, como las escénicas y musicales, o, en general, el mundo de los escritores… ¿deben ser, por tanto, estas artes más “políticamente correctas”? Tal vez el problema principal radique en la falta de unión gremial que nos empeñamos en mantener entre nosotros mismos, los propios interesados; una unión tan básica de cara a impulsar cualquier reivindicación, por mínima que sea. Vergonzoso es que Zaragoza -la quinta ciudad española- no tenga una política de compras, de adquisiciones de obras artísticas para espacios urbanos y, sabido es por todos, como se conceden y adjudican este tipo de proyectos demenciales que van poblando nuestras calles y avenidas, como a la chita callando, de verdaderas aberraciones pseudoescultóricas. Obras, en numerosas ocasiones ni siquiera proyectadas por artistas, sino por los propios burócratas que manejan los fondos a su antojo. Mientras... nadie protesta. Pero aún podemos seguir indignándonos, recordando la carencia de una facultad de Bellas Artes en Zaragoza, la lamentable situación de que nuestras instituciones no sean capaces de crear un centro de Arte Actual y vivo, mientras, en cambio, otras ciudades mucho más pequeñas que la nuestra lo tienen y mantienen, siendo referentes especializados en diversas parcelas de nuestro arte; un problema mucho más reciente –tal vez la demostración más palpable de esa minusvaloración que estamos recibiendo a todos los niveles–, ha sido la ignorancia y el mal trato dado a los artistas aragoneses durante la pasada Exposición Internacional Zaragoza 2008…

Así, se da la paradoja de que, mientras nuestro espíritu está próximo, nuestros problemas son muy diferentes a los de otras partes del mundo desarrollado. Aquí, en Aragón, se está muy lejos de ese gran negocio que mueve el mundo del arte en términos económicos, de la gran riqueza que genera a la sociedad en que participan sus diferentes sectores empresariales, comerciales e institucionales, creando numerosos puestos de trabajo especializado. Aunque en este esquema imperante los menos beneficiados seamos siempre los artistas, a los cuales, para mayor sarcasmo, una parte de la sociedad nos considera como verdaderos parásitos… ¡Estamos jodidos!.. como dijo la novelista francesa de origen ruso, Elsa Triolet: «Crear es tan difícil como ser libre».  


Excitación y soledad durante el acto de creación
                                                                     

                                      El pintor es el artista que toma más decisiones 
por minuto mientras trabaja.
                                                                                                                          Antonio Saura

En nuestro trabajo cotidiano, los artistas disponemos del tiempo de una manera muy personal.  A la generalidad de la gente, le resulta difícil comprender nuestros horarios, caprichos o manías, la preparación ritual que necesitamos para estar receptivos en la hora mágica en que el acto creativo sucede. El escultor rumano Constantin Brâncusi declaró, «Las cosas no son difíciles de hacer, lo que es difícil es ponerse en situación de hacerlas». La verdad es que, como cualquier otro trabajador, debemos protegernos y asumir ciertos riesgos mentales y físicos, en una labor que puede llegar a ser tan extenuante, como obsesiva o excitante. Muchos, al no estar sometidos a la rutina, ni seguir los dictados del calendario o el reloj, dependen de su estado de excitación y soledad para que su proceso de creación obtenga éxito. Diríamos que… se quedan suspendidos… Y pueden pasar días y noches de trabajo sin descanso, olvidándose del entorno que les rodea; los hay que necesitan tomar estimulantes, que fuman un cigarrillo tras otro –en los estudios no impera la ley antitabaco, ni muchas otras normas– o incluso beben de una manera compulsiva… Aunque, en realidad, podemos encontrarlos de todas las tipologías: metódicos, raros, maniáticos e incluso los que han hecho de su trabajo una factoría como fue la de Andy Warhol…

En el mundo íntimo de los artistas los abusos suelen ser muchos. El grado de excitación que provoca el estar trabajando durante horas puede llevar al hedonismo, pero también al sufrimiento, al cansancio, a la angustia o al nerviosismo extremo. Muchas veces el suicidio, el infarto, el cáncer de pulmón, las drogas, el sida o incluso la locura, esperan a la vuelta de la esquina. ¡Son muchos los caídos por la causa!. Es el único pago al divino regalo de la creatividad. Mi «hermano» el pintor Enrique Trullenque, pensaba que «La pintura es un acto solitario en mundo de seres solitarios»; realmente, en este trabajo se necesita mucha concentración, que sólo se consigue en soledad; por eso decíamos que hay que prepararse para el ritual, absorber y digerir mucho y muy variado, del mundo de las formas y de la propia vida, antes de que suceda: experiencias intensas, iconos e imágenes ajenas de artistas preferidos, imágenes propias, libros de consulta, materiales de trabajo… Y, según cada artista, esto se puede aderezar con bebidas –aquí entran todas las posibilidades a elegir, desde las frías con hielo, a las más calientes–, todo tipo de estimulantes, la compañía de la música –según gustos– o incluso la voz amiga de una emisora de radio que por la noche ayude a soportar mejor las horas. Conozco a algunos que cuentan con un animal de compañía que les ayuda a conectar con la realidad y la calidez de la vida, como para establecer virtualmente esa necesaria proximidad con la naturaleza, de la que no participan enclaustrados en su estudio como están.

Como profesionales, nuestro compromiso no finaliza después de crear las obras y almacenarlas. Muchas veces estamos obligados a viajar para promocionarnos y abrir nuevos mercados, a asistir a eventos sociales y exposiciones, y a elaborar nuestro discurso con coherencia y altura intelectual. Además, están los sempiternos pequeños problemas y gestiones del día a día que es preciso resolver, que no es muy compatible con nuestra tendencia general a ser caóticos y despistados… Aunque parezca lo contrario, la nuestra es una vida saturada de sacrificios y de satisfacer voluntades ajenas, para ser después, muchas veces, juzgados con ligereza por el advenedizo o caprichoso de turno, cuando no estafados, o esquilmada nuestra producción por cantamañanas o mercaderes sin escrúpulos, que hay bastantes en este mercado... Pero resistimos heroicamente, todo lo soportamos con una dignidad de verdaderos «Príncipes de la Creación», que es lo que realmente somos, según definición de Joan Miró.


Estados de ánimo y su reflejo en la obra

                                             Un cuadro en un museo probablemente
 oye más comentarios necios
que ninguna otra cosa en el mundo.
 Edmond y Jules de Goncout


El acto creativo esta fuertemente condicionado por el estado de ánimo en que se encuentre el artista en el preciso momento en que la creación surge, e influirá decisivamente en el resultado final de la obra. Es bien sabido que solemos ser sensibles y analíticos, muy intuitivos, e interpretamos la vida como lo hacen los chamanes; también es destacable la tendencia obsesiva –e incluso paranoica– de algunos con lo cotidiano, lo que les lleva a adelantarse a los acontecimientos: nuestra historia del arte más reciente está llena de ejemplos. Los grandes temas que el colectivo trabaja desde siempre en sus obras son los grandes temas de la vida, que es lo que nos gusta: entre otros muchos, el amor, el sexo, la muerte, la espiritualidad, lo cotidiano, el pensamiento científico, histórico, cultural, filosófico y metafísico. En definitiva somos como esponjas, observadores y curiosos de todo lo que late o exhala un poco de vida a nuestro alrededor.

Nos entusiasman los nuevos retos, como un cambio a un estudio más grande y luminoso, un encargo específico, una exposición individual o colectiva a realizar… Pero lo que más nos excita es cualquier cambio hacia propuestas nuevas en nuestra obra, la experimentación en nuevos materiales y soportes… Es importante que la obra repose, olvidarla durante un tiempo para poder analizarla más tarde con mayor equidad. Tras este periodo de “cuarentena” a veces decidimos destruir las obras que no emocionan, que no trasmiten lo suficiente, para mostrar al público sólo lo mejor de la producción.

«Hay millones de artistas que crean; sólo unos cuantos miles son aceptados o, siquiera, discutidos por el espectador; y de ellos, muchos menos todavía llegan a ser consagrados por la posteridad». Esta frase de Marcel Duchamp, que tiene la contundencia de un epitafio, es tan real que casi entristece el decirla. Es cierto que el arte está en constante revisión y que grandes artistas, durante siglos olvidados, son rescatados por generaciones posteriores siendo posicionados en su tiempo. Suena a consuelo pero sucede. Como también sucede lo contrario y algunos que fueron ensalzados en su momento caen en el sueño de los justos. Porque, como señalaba el maestro surrealista Max Erns «El arte no tiene nada que ver con el gusto. No existe para que se le pruebe»,



Pasión gremial y oficio


Cuando comienzas una pintura es algo que está fuera de ti.
Al terminarla, parece que te hubieras instalado dentro de ella.
Fernando Botero


Con el paso del tiempo, el artista va adquiriendo un progresivo conocimiento de su oficio, llegando a dominar los diversos y variados materiales, soportes y herramientas específicos de su trabajo, disfrutado en las diferentes fases del proceso creativo, como un verdadero alquimista de los tiempos modernos. Para desarrollar adecuadamente esta compleja actividad que es el arte, lo natural es que se tenga estudio propio o, menos corrientemente, llegar a compartir el espacio de trabajo con otros compañeros. Estos talleres de artista suelen tener un gran encanto para el profano y, aunque cada uno de ellos tiene por supuesto su forma y su “historia” particulares, puede establecerse una estructura evolutiva “tipo”, que podría aproximarse a la de la siguiente descripción: en los comienzos, el artista incipiente suele emplear una habitación de la casa donde vive con sus padres; después pasa por las famosas buhardillas y otros diversos espacios, hasta poder acceder a la situación ideal para la inmensa mayoría, que es la de contar con un local propio y grande o, mejor aún, con una nave industrial. Estos espacios creativos recuerdan mucho a esos grandes desvanes repletos de cachivaches y de polvo, con grandes mesas siempre llenas de papeles, revistas, libros…todo ello mezclado con bocetos y proyectos en marcha, y otros variados objetos inenarrables que nadie sabe para qué sirven, pero allí están. Al final, siempre falta sitio y se acaba instalando el laboratorio de trabajo en un reducido espacio, una especie de “hueco” creativo donde se puedan experimentar las ideas, no importa si son posibles o imposibles. Muchos artistas son coleccionistas, pero sin serlo –aunque esto parezca una perogrullada– porque su finalidad no es la misma que la de aquellos. En su momento, sabrán encontrar la posible utilidad de todo lo atesorado siempre en relación con su creatividad o, simplemente, compartirán su vida con estos objetos durante años, en muda compañía: los objetos también saben hablar a quien conoce su misterioso lenguaje. Aunque, los hay maniáticos con el orden y la limpieza, éstos son los menos, y en los estudios predomina un “caos controlado” que cada uno viste con su peculiar personalidad. El pintor muralista ruso-mexicano Vladimir Kibalchich nos recuerda que «El pintor no usa palabras, usa materiales, trabaja el sentimiento con la mirada y el cerebro. El color es un lenguaje, como la música».

Nunca he llegado a saber exactamente por qué extrañas razones los artistas tenemos tendencia a trabajar en grandes formatos, si todo está en contra: económicamente son una ruina, son más problemáticos de realizar y más difíciles de comercializar. Tal vez lo que sucede es que el artista percibe como un gran reto el gesto de dominar las grandes superficies, porque éstas no le constriñen y le permiten una mayor libertad creativa. También cuenta el ego, por supuesto, que queda mucho más satisfecho tras ganar la lucha en un gran campo de batalla. Pero, al final, la realidad se impone y resulta que estos grandes formatos están destinados, por lo general, a ser almacenados por muchos años, a la espera –la esperanza es lo último que se pierde– de una gran exposición que revise la producción de una vida entera, ya al final de los días. O, como sucede casi siempre, en alguna exposición póstuma que, para el propio interesado, siempre llega demasiado tarde. Leonardo da Vinci nos dice de la muerte «Así como una jornada bien empleada produce un dulce sueño, así una vida bien usada causa una dulce muerte».


Vanagloria como protección

No es necesario creer en lo que dice un artista, sino en lo que hace.
 David Hockney


Narciso, enamorado de su hermosura, y Baco, anfitrión festivo hasta el infinito, son dos señas de identidad sagradas para los artistas. Como Narciso, el creativo suele ser vanidoso porque su trabajo es extraer belleza de donde nada hay, como reflejo de sí mismo. Pero, a menudo también, tiene la autoestima algo desmesurada, quizá como un escudo de protección ante un entorno que le es hostil. Cuando el ego se le dispara mucho, puede convertirse en una situación incómoda o irritante para los demás. Por su formación e intuición vive con intensidad, celebra la vida como Baco, llevándola al límite como si fuera su último día; necesita sentirse vivo: tiene la virtud de adaptarse a lo que posee –que suele ser más bien poco– pero vivirlo con gran intensidad. Ama y sufre con la misma pasión. Es un estupendo compañero de viaje, sentimental hasta la médula, infiel por naturaleza, amigo de sus amigos y sibarita de todos los placeres, incluso del de la mesa… Recuerdo que cuando conocí a Pedro Tramullas, uno de los mejores artistas que yo he tratado –y son muchos los que he conocido– al que adopté como mi hermano mayor, me comentó que estando en la facultad de Bellas Artes de París, en torno al año del famoso mes primaveral, trabajaba en un restaurante sólo un día a la semana, como complemento a su precaria economía. Un día a la semana era el encargado de reparar lo mejor de la cocina española (tortilla de patata, paella, chipirones al vino rancio…). Los otros seis, los cubrían otros seis artistas de diferentes nacionalidades; cada día podían cambiar así de menú, tansformando un simple restaurante en un verdadero tour de cocina internacional. Siempre me pareció ésta una idea brillante que decía mucho de la inteligencia y sensibilidad del dueño de este negocio parisino, que había sabido advertir que el artista es tan creativo en su obra como puede serlo en los fogones. Porque, al fin y al cabo, el oficio es cocina y alquimia. Tristemente, con los años, ese continuo excederse pasa factura. Pero, ¿quién quiere perderse este canto a la libertad y al disfrute de los placeres mundanos que es para muchos de nosotros la vida, la única existencia que –sepamos– nos ha tocado en suerte vivir? La intensidad de la vida de los artistas, incluso cuando mueren jóvenes, es como un triple que la de cualquier otro profesional.

Y aquí, con este revivir el goce de la vida, pongo punto final a este escrito. Muy personal y –espero–, representativo al mismo tiempo del mundo más íntimo de esta colectividad llena de peculiaridades y rarezas, pero humana, muy humana, que somos los artistas. Aprovecho antes de despedirme, para recordar a mis amigos pintores que tristemente me faltan, que ya se fueron: Enrique Trullenque, Antonio Fortún, Pepe Ocaña, Pepe Ortega, Víctor Mira, Ángel Maturén, Vicente Pascual Rodrigo… y especialmente a mi padre el escultor Francisco Rallo Lahoz. A todos ellos, de los que tanto me acuerdo, les dedico esta frase de la actriz californiana Tiffani Amber Thiessen: «El requisito definitivo para la grandeza de un artista es su propia muerte». 


Rallo, Paco: «Ahuyentando fantasmas», en el catálogo de la exposición Rarezas de artista, Turismo de Aragón, Gobierno de Aragón, 2008, pp. 27-37. Comisario: Manuel Pérez-Lizano.