Sergio Abraín, Carmen Inchusta, Paco Rallo, Manuel Pérez-Lizano
y José Luis Gamboa.
Bar Bonanza. Zaragoza, 2008.
Manuel García Maya.
El Bar Bonanza: un espacio de Libertad
El agradecimiento
es la memoria del corazón
Lao–Tse
Manuel García Maya.
Sumo sacerdote de «El Bonanza». Fundador y mecenas de este santuario
republicano para el pensamiento y las artes que, desde que fuera inaugurado el
4 de noviembre de 1973, sus fieles seguidores percibimos como un territorio
libre, sagrado e independiente.
Manolo es un melómano: él nos ha dado a conocer
sinfonías de Beethoven, Brahms, Mahler, Wagner… exquisitas obras de Berlioz,
Bizet, Lutoslawski, Mussorgsky, Satie, Mompou… Es, también, un gran lector:
hemos aprendido mucho en su compañía, escuchándole recitar de memoria los
fragmentos de sus obras preferidas de Pessoa, Artaud, Camus, Sartre, Cioran,
Kafka, Neruda, Schopenhauer, Proust, Nietzsche… Manolo es uno de esos raros
ilustrados de pura raza, capaz de dar la belleza a raudales desde detrás de la
barra de su bar.
Porque, al fin y al cabo, su establecimiento es un bar y esa es su magia.
A lo largo de los años, y voluntariamente, nos hemos ido castigando poco a poco
el hígado con sus morteros de gin-tonic, o con esos floreros de cerveza o tinto
veraniego que siempre son servidos por Manolo con amplia generosidad,
acompañados de una cena compuesta de ensalada con tomate, olivas, escabeche y
espárragos o de un plato variado de verdura, aderezada con jamón, queso,
chorizo, salchichón… sin olvidar las afamadas morcillas de arroz y las
tortillas variadas –las llamadas de madre–, que salen de las manos amorosas de
Marisa, compañera de Manolo, que en la actualidad le ha cedido el testigo a su
hijo Manolito.
Santuario. Sí, mítico y entrañable santuario, además de
bar. Frecuentado, ya desde sus primeros tiempos, por una clientela fiel de
artistas plásticos y visuales, poetas, teatreros, músicos, fotógrafos,
diseñadores, profesores, funcionarios, universitarios, profesionales liberales,
trabajadores de diferentes especialidades, locos… algunos de ellos anclan en
«El Bonanza» casi a diario, hasta el punto de que podrían aparecer en el
inventario de bienes del establecimiento, junto a las fotos del Che Guevara,
Billie Holiday, Emiliano Zapata, y del amplio collage de obras de arte,
postales y objetos diversos que cuelgan de sus paredes.
Actualmente, sigue siendo maravilloso estar en «El
Bonanza»; han transcurrido 35 años desde su apertura –a la que tuve el honor de
asistir–, y puedo afirmar que es una de las buenas experiencias de la vida
mantener el estatus de cliente y amigo de Manolo, que sigue tan vivo y lúcido
como cuando comenzó, conservando íntegramente su memoria y su acostumbrada
agilidad mental. Es fascinante ver a las nuevas generaciones de nuevos clientes
que se incorporan a la vida del bar, con sus indumentarias de tribu urbana, y
observar la fascinación que ejerce Manolo sobre ellos: están tan atentos, que
se dirían hipnotizados, escuchando sus frases, chistes y ocurrencias diversas,
no dando crédito a tanta modernidad, ni a que pueda existir un personaje tan
lúcido como arrebatador. Manolo es auténtico, todo un lujo, un regalo de la
vida, que sigue su curso, vertiginosa y a veces ácida e inhóspita, puertas
afuera del bar. Mientras, adentro, se diría detenida en un bello instante,
gracias a su mágica compañía.
Paco Rallo
Huesca a 14 de
abril de 2008
Rallo, Paco: «Manuel García Maya. El Bar Bonanza: un espacio de libertad», en el catálogo de la exposición Manuel García Maya. Cauces artísticos: 1960-2008, Ayuntamiento de Zaragoza, 2008, pp. 69-70. Comisario: Manuel Pérez-Lizano.
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