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martes, 30 de abril de 2013

Noches de BV80. Valtueña




Diseño cubierta del libro: Marisa Lanca



Valtueña: la sublimación de lo cotidiano

Paco Rallo
Artista visual y Diseñador Grafico
Huesca, 12 de mayo de 2008


Origen

He decidido hacer lo que me gusta porque es bueno para la salud.
Voltaire


Entre en la Escuela de Arte de Zaragoza en octubre de 1969, en los primeros días del curso, es cuando conocí al que iba ser mi hermano de adopción, José María Francisco de Javier Blasco Valtueña. Teníamos 14 años éramos victimas del sistema educativo imperante, «El Nacional-Catolicismo», el hijo de un pintor decorador, yo de un escultor. Estábamos predestinados a continuar con los oficios, por las mañanas a trabajar con los padres y por las tardes a estudiar una profesión artística, en el fondo unos privilegiados.

La escuela de artes aplicadas y oficios artísticos, vieja y decadente estaba en manos de los hijos del régimen, zánganos como pocos he conocido nunca, sin ningún interés en darnos formación ni enseñarnos nada, nuestras inquietudes chocaban frontalmente con estos parásitos. Reconozco como positivo el haber pasado por ella, donde pude conocer a artistas transcendentes en mi vida como Valtueña.

En estas últimas cuatro década he conocido y tratado a muchos artistas visuales, casi todos fascinantes destacare a unos pocos: Juan Manuel Díaz Caneja; Wolf Vostel; Pepe Ocaña; Jean Sariano; John Cage; Eugenio Granel; Fabrizio Plessi; Pepe Ortega… y Valtueña desde que lo conocí y hasta ahora siempre le han interesado cosas muy diversas entre ellas, las antigüedades, el flamenco, el ajedrez, las mujeres, el teatro, la música, la magia, la gastronomía… Y sus negocios imposibles.

Locura

La cultura es una patrona muy mala puta: da muy poco de comer y mucho que pensar.
Octavio de Toledo


Hemos participamos juntos de muchas exposiciones maravillosas, de proyectos casi todos imposibles, entre nosotros ha existido mucha complicidad y confidencia, he sido padrino de su primera boda, y testigo de su segunda, también he sabido de casi todas sus amantes, algunas las conocí y me hablaron de el maravillas, he visto a sus tres hijos a las pocas horas de nacer, nos hemos ayudado cuando fue necesario y también nos hemos enfadado más de una vez.

Cuando Blasco Valtueña me hablo de montar un bar con actividades culturales, me intereso el proyecto, entendí que nos podía facilitar una estabilidad económica, para reforzar nuestras aspiraciones como artistas de vanguardia emergentes e influyentes que éramos en la Zaragoza de finales de los 70, recién comenzada la democracia, a las puertas de la primera década en libertad y sobre todo cuando estaba por hacerse casi todo. Se suponía que las cosas nos serían fáciles en la esencia del proyecto, teníamos como valor seguro el que conocíamos a todas las personas y sectores de la cultura, yo pertenecía a la Asamblea de Cultura que se había fundado a finales de 1977, que tenía dentro del panorama aragonés cultural a las personas con los planteamientos más progresistas.

La impaciencia de Valtueña desencadeno el que yo no entrara en el proyecto. Se enamoro de un local grande que estaba situado en una zona muy degradada que iba a más, realizo la instalación lo mejor que pudo dentro de la economía que disponía e inauguro el proyecto BV-80, un espacio multidisciplinar para la creación, con su programación de espectáculos de teatro, música, presentaciones de libros y diferentes eventos… La decoración con una bella barra de madera de autentico estilo Art-Nouvea, a la entrada del bar y el interior con una muy buena colección de objetos antiguo, las paredes con cuadros de artistas muy conocidos en la ciudad, para el recuerdo los dos grandes cuadros que tuvo el BV-80, uno del maestro pintor e intelectual, Ángel Aransay, otro del secretario de la «OPI» y poeta «Postista», Antonio Fernández Molina, hubo fiesta de presentación de este cuadro al que asistí en compañía del doctor Julián Vizcaíno, –que atesoraba una colección de cuadros de su amigo y paciente, el artista surrealista José Luis González Bernal– hombre de edad avanzada que te ofrecía en su casa un buen vodka frio sin hielo, de fina conversación y elegancia natural usaba pajarita y bastón. Durante el tiempo que estuvo abierto el BV-80, fui cliente más o menos fijo discontinuo y nocturno, solía ir a buscar a mi amigo y perdernos en la noche.

Madurez

La revolución se lleva en el corazón no en la boca para vivir de ella.
Ernesto Che Guevara


Estos casi cuarenta años que han trascurrido desde nuestro primer encuentro, con sus avatares y distancias que han existido, hasta la actualidad, quizás sea uno de los mejores momento desde hace ya mucho tiempo que veo a Valtueña, como artista ha crecido, como persona sigue tan apasionado y exagerado como siempre, ha conseguido uno de sus sueños, el posee una gran casa con jardín cerca de la ciudad, la que el siempre deseó tener, donde reencontrarse por fin con sus múltiples y diversos objetos con las obras de arte, que tanto le costó conservar, porque también tuvo que desprenderse de muchas por el camino, después de pasar por diversas casas y lugares, con todos los problemas que tuvo que afrontar, tanto económicos como familiares, en un periodo duro de su vida.

Como dice el refrán la vida aprieta pero no ahoga y todos los días sale el sol, la luna y la vía láctea, el supo encontrar el amor que le proporciono la estabilidad emocional que necesitaba, en su enamorada mujer Marisa Lanuza, la compañera incondicional que le ha equilibrado, dándole seguridad, solidez y recobrando su autoestima desde hace ya muchos años. Que importante es una mujer al lado de un artista que le comprenda que le ayude y que no le ocasione más problemas de los que su mundo creativo le proporciona que son muchos y muy complejos.

En los últimos cinco años Valtueña ha estado dedicado y obsesionado al bello arte de escribir, le ha supuesto una catarsis al reencontrarse con los fantasmas del pasado, el tenerse que psicoanalizarse el mismo, enfrentarse al otro yo que llevamos dentro, el buscar en su memoria, en las hemerotecas y en la memoria de los otros protagonistas, a través de un sinfín de entrevista y de tener mucha paciencia, reconstruyendo como un cirujano plástico su historia olvidada casi por el mismo, como arrinconada por los críticos e historiadores locales de la injusta ciudad de Zaragoza, para darse cuenta desde la información que posee y la distancia del tiempo que ha trascurrido que aquella aventura ilusionante que le llevo a la ruina y las consecuencias que le ocasionaron, renacer con fuerza de las cenizas como el ave fénix. Donde Blasco Valtueña y su BV-80 fueron transcendentales en los comienzos de una década maravillosa la llamada de la «movida», que como casi siempre nos ha pasado a los dos, hemos sido pioneros antes que los acontecimientos se hicieran. El haber promocionado en una ciudad estéril en su época, en este terreno y creído en una generación de músicos Punkis… disponiendo para ellos desde unos sótanos donde poder ensayar, hasta un espacio donde poder tocar la música que estaban creando y que le pudieran ver y escuchar.

Ahora el espacio BV-80, nos parece un lujo, por lo que allí aconteció, junto con algún otro caso aislado que surgió un tiempo después, pocas ciudades tuvieron una movida como esta, pero también es verdad que en esas ciudades española donde sucedió, tuvieron la suerte de que se dieran las bases de tener una política cultural adecuada y progresista, sabiendo estar a la altura de lo que estaba sucediendo en el tránsito hacia la nueva democracia española, donde se empezaba a cuestionar todo el sistema heredado del pasado inmediato, algunos se esforzaban en cambiar de camisa, otros de quitase la caspa y el sebo de las sotanas y de los uniformes, eso sí muy lentamente, a la vez que se imponían las nuevas estéticas de las diferentes tribus urbanas.


Rallo, Paco: «La sublimación de lo cotidiano», en el libro Noches de BV80, Libros del Innombrable, 2010, pp. 7-10.

sábado, 27 de abril de 2013

Zaragoza Rebelde







Paco Rallo
Huesca 29 de marzo de 2008


Espacios y actitudes. Jóvenes en busca de la libertad. 1968-1975.

Zaragoza, 1975. Esta fecha nos posiciona en la muerte del dictador. Un mes antes de este hecho histórico, yo había terminado el servicio militar obligatorio, estaba a punto de concluir cuatro años de intenso trabajo con el grupo Forma y era invitado a participar en exposiciones importantes; también había disfrutado de una beca de estudios que el gobierno italiano me había concedido dos años antes en la Universidad de Bolonia, en la sede de verano que tiene en Rímini, hermosa ciudad bañada por el mar Adriático. Había viajado por distintos territorios, conocido ciudades tan emblemáticas como París, y sólo tenía veinte años. Aún era menor de edad.

A continuación, propongo al lector cuatro relatos cortos o “escenas de costumbres” y un epílogo sobre como transcurrieron aquellos intensos 20 años nuestros en la puritana y triste ciudad de Zaragoza, en la década de los 70 del siglo XX. Son relatos que se centran en el tardo-franquismo y surgen como homenaje a aquel relevo generacional que aspiraba simplemente a vivir en libertad, a todos aquellos jóvenes inquietos que lo pasamos realmente mal durante el tiempo que nos tocó vivir en medio de un marco represivo, sometido a muchas carencias. Lo importante es que supimos vivir el momento con la intensidad y coherencia que merecía, siendo fronterizos con todo aquello que se nos prohibía, precisamente por eso mismo; nuestra generación fue valiente en la lucha por las libertades, abriendo el camino a lo que era irremediable: el advenimiento de la soñada democracia.

Los Cheyennes.

En una parcela de la calle Nuestra Señora de Begoña, situada en el barrio de Delicias, concurrían unos cincuenta jóvenes entre chicos y chicas, de edades comprendidas entre quince y veinte años, con el fin de organizar guateques. Pagaban una entrada de 30 pesetas que les daba derecho a escuchar música muy avanzada para el momento y bailar, al ritmo de los altavoces de un tocadiscos portátil «Dual»,–conviene recordar que en la base aérea americana de Zaragoza, era el único sitio en la ciudad donde se podía sacar o conseguir discos con la música más moderna–. Esta veterana parcela, como otras de la época, conserva en mi recuerdo un interiorismo más bien precario, cutre, poco atractivo, con luz tenue que pasaba del rojo pasión a la oscuridad con destellos de espejos, mobiliario de diversas procedencias y estilos, que estarían entre el “remordimiento” y el “baturroco”. En ese ambiente, donde los chicos eran trabajadores de distintos gremios y las chicas de clase acomodada de la ciudad, se realizaron estos guateques que solían terminar en orgías de alcohol, sexo y drogas.

Nos situamos en el mítico año de 1968, que sigue dando mucho que hablar. En la retina, la tremenda represión de la URSS en la primavera de Praga y la consiguiente ocupación del país con 200.000 soldados y 5.000 tanques; las revueltas estudiantiles del mayo Parisino en el Barrio Latino con barricadas y batallas urbanas contra las cargas de la policía; la huelga general seguida por 10 millones de trabajadores franceses… La Zaragoza vigilada de finales del 68, provinciana, casposa, gris, meapilas, militarizada, llena de curas y monjas, se despertó con una fuerte conmoción ante semejantes noticias, publicadas en el Heraldo de Aragón, que pienso fueron las más importantes y “modernas” del año. Hubo quien pensó que la ciudad se estaba convirtiendo en una de aquellas urbes del antiguo testamento que acababan sepultadas por la ira de Dios; “los grises” detuvieron a cerca de cuarenta jóvenes, la mitad de los cuales eran chicas, cuya identidades fueron ocultadas por pertenecer a familias conocidas de la ciudad, y el resto, un conjunto de chicos anónimos de los que, como eran obreros, no se dudó en publicar sus fotos y sus nombres para escarnio público. Cuando leí esta noticia con 13 años, me impactó y siempre la he recordado con agrado, incluso he conocido posteriormente a dos de aquellos jóvenes protagonistas de los hechos, Jesús y Alfonso, que siguen siendo progresistas y avanzados.

Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Zaragoza.

Coincidí en este antiguo edificio, que había sido pabellón durante la exposición Hispano Francesa de 1908, construido para acoger la Escuela de Artes, con los que iban a ser mis compañeros de viaje y miembros del grupo Forma, los pintores Manuel Marteles, Fernando Cortés y Paco Simón. También con otros artistas que estuvieron cercanos a nosotros y que fueron cómplices de nuestras acciones, manifiestos, happenings y propuestas plásticas… me refiero al pintor José María Blasco Valtueña y al escultor vasco Iñaki Moreno Ruiz de Eguino.

Esta escuela contaba con un profesorado perezoso, fiel a un sistema de enseñanza absolutamente decimonónico, con registros muy cercanos a Falange, Sección Femenina y Acción Católica; alguno de los profesores –los más vagos eran los de mayor rango- se dedicaban a pasear por las clases, baboseando con las alumnas y dejando la responsabilidad de la formación a unos jóvenes “penenes” en busca de un puesto de trabajo fijo; éstos daban las clases con gran dedicación, aplicando sin piedad la doctrina que les imponían. ¡Cuanta hipocresía! En clase, mano dura; en la calle, colegas exponiendo juntos. No les guardo rencor. Los profesores mayores, hijos del régimen, utilizaban la escuela y sus instalaciones a su antojo, disponían gratis total de talleres de trabajo dentro del edificio, en el centro de la ciudad y con plaza de aparcamiento incluída. Asimismo, había un pequeño grupo de maestros con ganas de trasmitir sus conocimientos. A estos sí que les teníamos respeto.

Una de las muchas acciones-protesta que realizamos los del grupo Forma, de gran belleza ecológica y conceptual, la preparamos en la amplia aula de modelado. En el otoño de 1972, una gran pila de hormigón a modo de bañera alojaba unos mil kilos de arcilla, que se empleaban para realizar los ejercicios de modelado, según el curso; tres ciclos coincidían en el mismo aula a diferentes horas, y todos los alumnos de la escuela la utilizábamos. La acción conceptual se planteó como protesta al sistema educativo cursi, anticuado, que reprimía nuestras iniciativas creativas; la operación fue meditada, siendo muy conscientes de lo que iba a suceder y de las consecuencias que para nosotros podía acarrear. Una tarde, al finalizar la última clase de modelado, vertimos el contenido de una caja de alpiste para pájaros en la pila de arcilla y ¡a esperar unos días a que las semillas germinasen!. La clase terminó por convertirse en un vergel: de los cerca de cien ejercicios comenzados por los alumnos (hojas, adornos, orejas, manos, pies, caras, cabezas, torsos, estatuas… que cada alumno modelaba, teniendo como referente un modelo en escayola para copiarlo) brotaban sin parar por todas partes de mijo germinado. ¡Fue un espectáculo maravilloso el ver toda esa surrealista carnicería de fragmentos humanos de barro, llena de brotes verdes!. El aula se convirtió, por unos días, en un jardín conceptual de los Forma.

Rubim António de Jesus.

Siempre recuerdo a mi amigo portugués Rubim que salió huyendo de su país natal, donde lo habían reclamado para ir a la guerra colonial de Angola. Vicente Pascual Rodrigo, lo acababa de conocer; el único hippy que pudo encontrar Rubim por las calles de Zaragoza en la primavera del 73, fue precisamente a Vicente, que era menudo, con melena, chupa de cuero negro, collares y pulseras…perfecta estética de tribu urbana que Rubim reconoció de inmediato como única posibilidad de ser comprendido y ayudado en una ciudad extraña. Hablaba sólo portugués; con collar de cuero del que colgaba el inconfundible símbolo dentro de un círculo de hierro, repetía el famoso slogan de “haz el amor y no la guerra”. En estancias que duraban desde unos días, hasta algunos años, sus “veranos” los pasaba en las islas Pitiusas; Vicente me lo traspasó sutilmente, pidiéndome que los Forma lo acogiéramos en el estudio durante unos días; nuestro estudio era bastante grande, y él no puso reparos al reconocer mi estética: fue, como en el juego de la oca, de hippy a hippy… Rubim se convirtió en otro miembro más del grupo; se movía con nosotros por todos los sitios, compartíamos con él el gusto por la música y el estado alterado de consciencia. Finalmente, llegamos a tener problemas con la policía, que nos vigiló durante algún tiempo sin nosotros enterarnos de nada; al parecer, estaba bastante mosqueada con nuestro estudio, pues era un continuo entrar y salir de extranjeros. La razón, un anuncio publicado en la sección gratuita de información de interés de la prestigiosa revista Ajo Blanco, donde aparecía nuestro estudio de la calle Santa Cruz cómo “comuna internacional”. Nunca supimos quien tuvo aquella genial idea. En las fichas de la policía los miembros del grupo estábamos etiquetados como «gente extraña, de índole hippy que no se les conoce ideología política, que viven en una especie de comuna internacional». ¡Genial! Menos mal que ya no conservábamos la ciclostil o “vietnamita” para imprimir octavillas clandestinas que habíamos guardado mucho tiempo a otros amigos. Si no, seguro que hubiéramos acabado todos en el trullo.

Ortopedia “La Francesa”.

Regentada por un valenciano llamado Juan Furío, estaba situada en el centro histórico de la ciudad, en la calle 4 de agosto, número 19, a pocos metros del maravilloso café cantante “El Plata”, que era frecuentado por una gran diversidad de personalidades, un extraño conglomerado de jubilados, soldados, seminaristas, putas, chulos, carteristas, bujarrones, chachas, taurinos, futboleros, enfermeras, universitarios, agricultores, ganaderos, viajantes, artistas y también gente de orden… en definitiva, una maravilla de convivencia, un templo por todos respetado. Muchos de los que allí acudían, conocían perfectamente la ortopedia la Francesa y fueron sus mejores clientes, al poder suministrarse con facilidad allí de tan apreciado producto como era entonces un simple condón y publicitarlo de boca a oreja. El método fomentado en la época por el régimen, y bendecido por el papa romano, era el de Ogino-Knaus, también llamado de temperatura basal, que no funcionaba casi nunca y era seguido con verdadera disciplina, entre otros, por los devotos lectores del libro Camino.

Este pequeño establecimiento era uno de los pocos sitios de Zaragoza donde se podía ir a comprar preservativos o profilácticos con total libertad. La moral de la época no permitía que se vendieran con normalidad en ortopedias o farmacias. El régimen franquista fomentaba el tener familia numerosa con un montón de hijos, y arengaba a los matrimonios por medio de sus aparatos de propaganda con múltiples reportajes y documentales en el cinematográfico Nodo, por todo el país. Aún recuerdo su pequeño escaparate en la calle, con algunas muestras de productos expuestos en plan despiste -polvo incluido-, guantes, tijeras, vendas, esparadrapo…Pero el propietario sólo vendía en su ortopedia condones. Hombre de cara afilada, con bata azul y poco hablador, por ser bastante sordo, se establecía con él una comunicación más por señas que estrictamente verbal: las manos hablan y él las sabía interpretar a la perfección: mirabas en el pequeño mostrador las muestras y el precio, movías las manos y, de una manera casi ritual, cogía el papel que tenia cortado para envolver el producto comprado, lo recogía todo con una goma elástica, pagabas religiosamente y....a seguir ruta. Los envoltorios, de diferentes medidas, estaban apilados en resmas de pequeñas hojas cortadas, aprovechadas de periódicos atrasados. Un ejemplo de conciencia ecológica.

Epilogo a modo de homenaje.

Estas pequeñas pero intensas vivencias, están contadas con sinceridad, desde la madurez y la serenidad que otorga la distancia, sin querer molestar a nadie. Reflejan situaciones que en la actualidad pueden parecernos ridículas y poco creíbles, pero que en su momento eran muy reales, como el hecho de que, cómo comentaba al principio, la mayoría de edad se les reconocía oficialmente a los hombres a los 21 años y, a los 23, a las mujeres. La libertad parecía entonces un sueño inalcanzable.

Mi generación ha sido experimental, transgresora, fronteriza, desencantada y víctima de su propia debilidad. También ha estado marcada por muchas muertes de jóvenes, arrastrados por situaciones dramáticas: drogas, sida, alcohol, suicidios, accidentes, y otras enfermedades diversas …Valga este texto como recuerdo a unos creadores con los que compartí inolvidables vivencias y de los que aprendí mucho. Artistas que lucharon por sus ideas y libertades, que tenían en común un compromiso vital avanzado y lograron impregnar su obra con arrolladora personalidad. Entrañables amigos, en definitiva, muchos de los cuales, lamentablemente, partieron a un viaje sin retorno. Pintores como Enrique Trullenque, Antonio Fortún, José Enrique Reus, Víctor Mira, Ángel Maturén, o Vicente Pascual Rodrigo.  Ceramistas como Francisco Fernández Navarro y Andrés Galdeano, y otros activistas de diversas disciplinas como el fotógrafo Javier Inés, los directores de cine Antonio Maenza y Antonio Artero, el poeta José Antonio Rey del Corral, el escritor Ignacio Prat…!Brindo por ellos!



Rallo, Paco: «Espacios y actitudes. Jóvenes en busca de la libertad. 1968-1975», en el libro Zaragoza Rebelde. Movimientos sociales y antagonismos, 1975-2000, Colectivo Zaragoza Rebelde, 2009, pp. 487- 490.




jueves, 11 de abril de 2013

CUALQUIERCOSARIO






El jueves 4 de abril de 2013, se presento el libro "CUALQUIERCOSARIO", a las 20 horas en el PASAJE A-MARTE, en la avenida de Madrid 7-9, local, 18. Zaragoza. Y el miércoles 10 de abril de 2013, a las 19 horas en el Centro Cultural de España en Montevideo, Uruguay.


Libro coeditado entre YAUGURÚ (Uruguay) y LIBROS DEL (A) IMPERDIBLE (España).