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martes, 28 de agosto de 2012

Digitalizar la memoria: Pata Gallo/Zoo-Tropo/Caligrama. 1978-1988





Paco Rallo. Triángulo-peineta y cinco lunas. Homenaje a Ocaña, 1983. 
Ceras / papel hecho a mano con fibras vegetales, 62 x 43 cm.
Colección particular, Zaragoza


«Si buscas el infierno pregúntale al artista donde está.
                             Si no encuentras al artista, ya estás en el infierno

                                    Avigdor Pawsner, 1793
                        retomada por, Dean J. Toumin,1993

Después de mi distanciamiento y posterior ruptura con el Grupo Forma, en el verano de 1975, decido marcharme del taller y el laboratorio que compartíamos colectivamente en la zaragozana calle Jussepe Martínez 7 y monto mi nuevo estudio en la calle del Olmo 14, teniendo como vecino al artista Jesús París Rubio. Unos años más tarde por la proximidad de mi nuevo estudio con la calle del Temple, coincidía con Sergio Abraín casi a diario cuando paseaba a mi lebrel afgano Zabull, y de este contacto surgió un reencuentro amistoso con Sergio, de una forma más relajada y natural a la que, hasta entonces, se había dado entre nosotros. Creo que él, como otros camaradas de aquella época, me veía de tono turquesa (pequeño burgués), en unos años en que el rubí intenso (militante clandestino) predominaba. Junto a Concha Orduna, Abraín inaugura en 1978 Pata Gallo (Arte, Artesanía, Artefactos y Artículos varios) en la calle Temple 10, en el mismo espacio que habían ocupado la galería Prisma y el Movimiento Cultural, con sus ediciones de serigrafías realizadas por varios artistas y salidas de la mano del maestro Pepe Bofarull, que tuve el placer de coleccionar.

Pata Gallo, 1978-1981. Se convirtió en un referente de la Zaragoza más inquieta dentro de los círculos minoritarios de la cultura, por sus constantes actividades y especialmente por la excelente programación de sus exposiciones e instalaciones. Entre todas ellas, yo destacaría las realizadas por los mallorquines Horacio Sapere y Pep Canyelles y por los aragoneses Abraín, Larroy, Villarrocha o las del vasco Iñaki Moreno Ruiz de Eguino, amigo de los Forma, así como las del andaluz de Barcelona Pepe Ocaña, del que guardo un recuerdo muy especial por su simpatía desbordante: provocador nato, con su vestido de flamenca, clavel y grandes pendientes o provisto de sombrero de bombín, gabardina larga y cabás de cirujano del lejano Oeste, era un conversador de mil y una historias que brotaban del trasfondo de una vida tan intensa como dolorosa. Aún recuerdo la pintura mural que realizó para anunciar su exposición, a modo de gran valla publicitaria sobre un largo muro del solar que había enfrente de la galería, con la ayuda de los niños del entorno, muchos de ellos gitanillos. Niños de la calle a los que, por cierto, Concha Orduna, con su encanto personal, paciencia e imaginación, les redactaba cada día cartones con diferentes y emotivas súplicas, para pedir a la gente unas monedillas que llevar a casa y conmover la piedad cristiana en la puerta de alguno de los templos barrocos del centro histórico de la ciudad. Llegaron Ocaña y su exposición desde la plaza Mayor de Barcelona en octubre de 79, con la furgoneta del grupo El Grifo con la que repartían su revista underground  El Pollo Urbano, conducida con maestría por el escultor Perico Fuertes, y fue una verdadera revolución lo que él montó en aquella ciudad nuestra profundamente provinciana y casposa. Durante los días de la exposición, al final de la tarde, me reunía con Ocaña, Abraín, Suso Lapuente y con algún otro despistado que solía aparecer en aquel fascinante espacio recreado por Ocaña, que reconstruía un velatorio a la española: allí permanecía la difunta novia dentro de su ataúd, rodeada de plañideras,  angelotes, la Virgen de las Angustias y la de los Dolores, ramas de ciprés y hojas de platanero secas; el recinto estaba invadido por un intenso olor a romero, pachuli e incienso y los humos compartidos de Ketama y los achones con sus correspondientes velones de cera... todo este espectáculo era regado con el vino que se obsequiaba a los visitantes, como debe ser en un velatorio de buenas costumbres; después… cena y marcha sin fin: todo muy piadoso. Conservo un dibujo a color que me hizo Ocaña de una Inmaculada con angelotes donde escribió: «Siempre recordaré estos días. Ocaña».

Zoo-tropo, 1978-1983. Revista editada por Sergio Abraín que servía de continuidad al trabajo estético de los artistas que exponían en su galería. Tan novedosa a nivel nacional que se adelantó a la posmodernidad que estaba a punto de llegar. Sergio me invitó a participar en el número 1; preparé mi original en astralón dentro de la llamada Pintura-Pintura o Support-Surface, que era la tendencia con la que yo me identificaba en ese momento y por ello, según creo, mi obra se salía de la línea gráfica de los otros artistas participantes en la revista. Recuerdo que, en uno de los muchos viajes que hice a Barcelona para ver exposiciones y visitar a mis amigos, fui con Francesc Fernández Navarro –importante ceramista-escultor dentro de la vanguardia de la época– y Manel Font-Díaz –un pintor con mayúsculas como pocos he conocido–, a la inauguración de El Hortelano en la galería René Metras, y llevé ejemplares de Zoo-tropo. A artistas como Cessepe, Mariscal, Perico Pastor o Carlos Pazos les impactó la revista, por su novedad, contenidos y la gran calidad de su edición. Todos se quedaron con ejemplares.

Por entonces, abrió la mítica librería zaragozana Muriel en la calle Manifestación 11, al frente de la cual estaban Juan Colón, Adriano González Regueral y Alfonso Sánchez Hormigo; de ella conservo con cariño, entre otros, dos maravillosos libros de la fotógrafa alemana  Leni Riefenstahl: Los Nuba y Los Nuba de Kau. La proximidad y el contacto acabó por establecer un triángulo de culto y un constante peregrinar de unos y otros entre mi estudio, Pata Gallo y Muriel, con muchas horas de conversación y de proyectos e inquietudes, todo ello aderezado con vermuts y cenas en la modesta casa de comidas La Matilde... A partir del 75 y comienzos del primer tercio de los 80, llegó un tiempo de transición y de ilusión democrática en el que todo estaba por hacer y surgieron movimientos culturales ciudadanos de lo más diverso; en arte, experiencias tan interesantes como el Symposium Internacional de Escultura y Arte del Valle de Hecho, el Colectivo Plástico de Zaragoza, la Asociación Profesional de Artistas Plásticos «Goya-Aragón» y el grupo Somatén Albano, así como un notable número de pintores y escultores de gran calidad, que están todavía por ser estudiados y contextualizados dentro del panorama nacional; en cuanto a publicaciones: EL Pollo Urbano, Zeta, Bustrófedon, Menos 15, TVO y diversos fanzines, entre otros el de La Casa de la Menta y Caspa de Rata; asimismo florecieron los grupos de teatro que venían de los 70: El Grifo, Silbo Vulnerado, Tántalo, La Rivera, Estable, El Patito Feo; y los grupos de música: Chicotén, La Curroplastic, Mas Birras, Alma y Los Cocadictos, Héroes del Silencio, Niños del Brasil, la I Muestra de Pop Rock y otros rollos de Zaragoza, sin olvidarnos de la Asamblea de Cultura de Zaragoza o del movimiento Punk y Heavy, del espacio multiusos del BV-80, un proyecto de Blasco Valtueña, que se adelantó unos años a otras iniciativas novedosas. También dio comienzo la Cultura de Bar, con Manolo García Maya como entrañable protagonista, que aún continúa dando guerra detrás de la barra del Bonanza...

Caligrama-Patagallo, 1983-1985. (Bar, Galería de Arte y Librería) en la calle Paz 7, fue la máxima representante de esta cultura de bar en Zaragoza, en el mismo espacio que había albergado unos años antes la galería Atenas, la más importante de los 70, con la que estuve tan vinculado como artista. Era un proyecto muy novedoso y, como no podía ser de otra manera, tenía el marchamo de Sergio Abraín. Para mí fue uno de esos sitios en los que me encontraba feliz con la movida que se cocía allí, con la presencia de la divina Chus Torrens, artista, todo un lujo de mujer y una encantadora de serpientes, que llevaba junto a Sergio Abraín las relaciones públicas de la galería como nadie. Junto a ellos, Juan Colón –con su talento y su cuidada selección de libros y revistas–, Alberto Ibáñez, –un escultor emergente–, Jorge Martínez, –un todo terreno que se encargaba de diversas funciones–, y Matías, –un profesional navegando por la barra–. Para el recuerdo el precioso cuadro naif de la pintora punky Helena López, apodada «Rayo de Luna», de 1983. La libertad que trajo la llegada del socialismo en el 82, coincidiendo con la posmodernidad, generó en algunas ciudades unos nuevos eslóganes populares como los de «Madrid me mata», «Zaragoza me engorda», «Barcelona divina», etc. Caligrama se convirtió en un espacio emblemático, donde podías ver los mejores vídeos, escuchar la música más novedosa, comprar las últimas ediciones de libros y revistas, o disfrutar de las exposiciones y performances más importantes del momento. Y no sólo eso…allí también podías encontrarte con las diferentes tribus urbanas compuestas por músicos, poetas, artistas visuales, diseñadores, arquitectos y creadores de todo tipo, o coincidir con aquellos personajes de la movida de Madrid que se identificaban con lo que sucedía en Zaragoza; todo un lujo en una ciudad que nos dio por pensar que estaba cambiando. Un sueño efímero que duró poco…. Aquel tiempo y aquellos espacios que se revisan en esta exposición más que merecida, siempre permanecerán en la memoria de todos los que fuimos parte importante o protagonistas. Porque, aunque han pasado muchos años desde lo de Pata Gallo y Caligrama, me sigue uniendo la misma libertad de libre pensador y la misma actitud que entonces compartía con Sergio Abraín y, desde el respeto que le tengo como artista y amigo de largo recorrido, creo que nos queda mucho por hacer juntos en este nuevo siglo. Porque en el otro, ya pasado, lo hicimos casi todo.

Paco Rallo. Huesca, 13 de enero de 2008




Rallo, Paco: «Digitalizar la memoria: 
Pata Gallo/Zoo-tropo/Caligrama. 1978-1988», 
en el catálogo de la exposición Sergio Abraín. 
Pata Gallo y Caligrama, espacios de una década, 1978-1988, Diputación Provincial de Zaragoza, 2008, pp. 253-255. Comisario: Sergio Abraín






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