Arte y Artistas:
actitudes y nuevos medios
Paco Rallo
Artista visual
Conferencia en Sabiñanigo
(Huesca)
17/12/2016.
Ningún gran artista ve
las cosas como son en realidad;
si lo hiciera, dejaría
de ser artista.
Oscar Wilde
Esta misteriosa analogía entre obras
y artistas separados en el espacio y en el tiempo y, sin embargo, unidos por un
imperceptible hilo de afinidades —¿espirituales?—, me ha dado pie a
reflexionar, sobre la misteriosa proximidad que a menudo existe entre los
artistas plásticos o visuales, aún a pesar de las diferencias de tiempo y
lugar. Desde que se forjara hace siglos, Aragón puede presumir de ser cantera
de numerosos e importantes artistas y de aportar al mundo relevantes figuras
que han enriquecido, y revolucionado en ocasiones, el arte universal. A este
respecto, no hace falta que cite nombres por todos conocidos.
En cierta ocasión, hablando de arte
con un amigo pintor, coincidíamos ambos en que no es posible apreciar una gran
diferencia entre el trabajo que vienen realizando los artistas de cualquier
gran capital del mundo, y el que se realiza en nuestra comunidad. Y es que
resulta obvio el hecho de que las diferencias que puedan existir, no son en
realidad de índole artística, sino que radican en esa carencia crónica de
iniciativa privada que nos aqueja, y en esa indiferencia institucional que
padecemos, con una casi inexistente política cultural que, muy al contrario de
cumplir el papel que debería —ayudar, promocionar y defender a nuestros
artistas visuales, realmente y en la práctica— se evade en exposiciones de
relumbrón, engalanadas con el sospechoso brillo de todo lo que llega de fuera;
este último punto supone una inquietud generalizada entre mis compañeros de
fatigas, el gremio de los artistas plásticos. Como, también, el preocupante
hecho que no estamos de moda —no interesamos—, mientras se promocionan en mayor
medida otras artes hermanas, como las escénicas y musicales, o, en general, el
mundo de los escritores… ¿deben ser, por tanto, estas artes más «políticamente
correctas»? Tal vez el problema principal radique en la falta de unión gremial
que nos empeñamos en mantener entre nosotros mismos, los propios interesados;
una unión tan básica de cara a impulsar cualquier reivindicación, por mínima
que sea.
Vergonzoso es que Aragón no tenga
una política de compras, de adquisiciones de obras artísticas para espacios
urbanos y, sabido es por todos, como se conceden y adjudican este tipo de
proyectos demenciales que van poblando nuestras calles y avenidas, como a la
chita callando, de verdaderas aberraciones pseudoescultóricas. Obras, en
numerosas ocasiones ni siquiera proyectadas por artistas, sino por los propios
burócratas que manejan los fondos a su antojo. Mientras... nadie protesta. Pero
aún podemos seguir indignándonos, recordando la carencia de una facultad de
Bellas Artes en Zaragoza, la lamentable situación de que nuestras instituciones
no sean capaces de crear un centro de Arte Actual y vivo con un fondo de obras
permanentes y una adecuada programación de eventos temporales.
Así, se da la paradoja de que,
mientras nuestro espíritu está próximo, nuestros problemas son muy diferentes a
los de otras partes del mundo desarrollado, donde soportamos el impuesto del
IVA que es de los mayores del mundo. Aquí, en Aragón, se está muy lejos de ese
gran negocio que mueve el mundo del arte en términos económicos, de la gran
riqueza que genera a la sociedad en que participan sus diferentes sectores
empresariales, comerciales e institucionales, creando numerosos puestos de
trabajo especializado. Aunque en este esquema imperante los menos beneficiados
seamos siempre los artistas, a los cuales, para mayor sarcasmo, una parte de la
sociedad nos considera como verdaderos parásitos… ¡Estamos jodidos!.. dijo la
novelista francesa de origen ruso, Elsa Triolet: «Crear es tan difícil como ser
libre».
Excitación y soledad
durante el acto de creación
El pintor es el
artista que toma más decisiones por minuto
mientras trabaja.
Antonio Saura
En nuestro trabajo cotidiano, los
artistas disponemos del tiempo de una manera muy personal. A la
generalidad de la gente, le resulta difícil comprender nuestros horarios,
caprichos o manías, la preparación ritual que necesitamos para estar receptivos
en la hora mágica en que el acto creativo sucede. El escultor rumano Constantin
Brâncusi declaró, «Las cosas no son difíciles de hacer, lo que es difícil es
ponerse en situación de hacerlas». La verdad es que, como cualquier otro
trabajador, debemos protegernos y asumir ciertos riesgos mentales y físicos, en
una labor que puede llegar a ser tan extenuante, como obsesiva o excitante.
Muchos, al no estar sometidos a la rutina, ni seguir los dictados del
calendario o el reloj, dependen de su estado de entusiasmo y soledad para que
su proceso de creación obtenga éxito. Diríamos que… se quedan suspendidos… Y
pueden pasar días y noches de trabajo sin descanso, olvidándose del entorno que
les rodea; los hay que necesitan tomar estimulantes, que fuman un cigarrillo
tras otro —en los estudios no impera la ley antitabaco, ni muchas otras normas— o
incluso beben de una manera compulsiva… Aunque, en realidad, podemos
encontrarlos de todas las tipologías: metódicos, raros, maniáticos e incluso
los que han hecho de su trabajo una factoría como fue la de Andy Warhol…
En el mundo íntimo de los artistas
los abusos suelen ser muchos. El grado de excitación que provoca el estar
trabajando durante horas puede llevar al hedonismo, pero también al
sufrimiento, al cansancio, a la angustia o al nerviosismo extremo. Muchas veces
el suicidio, el infarto, el cáncer de pulmón, las drogas, el sida o incluso la
locura, esperan a la vuelta de la esquina. ¡Son muchos los caídos por la causa!
Es el único pago al divino regalo de la creatividad. Mi «hermano» el pintor
Enrique Trullenque, pensaba que «La pintura es un acto solitario en mundo de
seres solitarios»; realmente, en este trabajo se necesita mucha concentración,
que sólo se consigue en soledad; por eso decíamos que hay que prepararse para
el ritual, absorber y digerir mucho y muy variado, del mundo de las formas y de
la propia vida, antes de que suceda: experiencias intensas, iconos e imágenes
ajenas de artistas preferidos, imágenes propias, libros de consulta, materiales
de trabajo… Y, según cada artista, esto se puede aderezar con bebidas —aquí
entran todas las posibilidades a elegir, desde las frías con hielo, a las más
calientes—, todo tipo de estimulantes, la compañía de la diversas música —según
gustos— o incluso la voz amiga de una emisora de radio que por la noche
ayude a soportar mejor las horas. Conozco a algunos que cuentan con un animal
de compañía que les ayuda a conectar con la realidad y la calidez de la vida,
como para establecer virtualmente esa necesaria proximidad con la naturaleza,
de la que no participan enclaustrados en su estudio como están.
Como profesionales, nuestro
compromiso no finaliza después de crear las obras y almacenarlas. Muchas veces
estamos obligados a viajar para promocionarnos y abrir nuevos mercados, a
asistir a eventos sociales y exposiciones, y a elaborar nuestro discurso con
coherencia y altura intelectual. Además, están los sempiternos pequeños
problemas y gestiones del día a día que es preciso resolver, que no es muy
compatible con nuestra tendencia general a ser caóticos y despistados… Aunque
parezca lo contrario, la nuestra es una vida saturada de sacrificios y de satisfacer
voluntades ajenas, para ser después, muchas veces, juzgados con ligereza por el
advenedizo o caprichoso de turno, cuando no estafados, o esquilmada nuestra
producción por cantamañanas o mercaderes sin escrúpulos, que hay bastantes en
este mercado... Pero resistimos heroicamente, todo lo soportamos con una
dignidad de verdaderos «Príncipes de la Creación», que es lo que realmente
somos, según definición de Joan Miró.
Estados de ánimo y su
reflejo en la obra
Un cuadro en un museo
probablemente oye más comentarios necios
que ninguna otra cosa en el mundo.
Edmond y Jules de
Goncout
El acto creativo esta fuertemente
condicionado por el estado de ánimo en que se encuentre el artista en el
preciso momento en que la creación surge, e influirá decisivamente en el
resultado final de la obra. Es bien sabido que solemos ser sensibles y
analíticos, muy intuitivos, e interpretamos la vida como lo hacen los chamanes;
también es destacable la tendencia obsesiva —e incluso paranoica— de
algunos con lo cotidiano, lo que les lleva a adelantarse a los acontecimientos:
nuestra historia del arte más reciente está llena de ejemplos. Los grandes
temas que el colectivo trabaja desde siempre en sus obras son los grandes temas
de la vida, que es lo que nos gusta: entre otros muchos, el amor, el sexo, la
muerte, la espiritualidad, lo cotidiano, el pensamiento científico, histórico,
cultural, filosófico y metafísico. En definitiva somos como esponjas,
observadores y curiosos de todo lo que late o exhala un poco de vida a nuestro
alrededor.
Nos entusiasman los nuevos retos,
como un cambio a un estudio más grande y luminoso, un encargo específico, una
exposición individual o colectiva a realizar… Pero lo que más nos excita es
cualquier cambio hacia propuestas nuevas en nuestra obra, la experimentación en
nuevos materiales y soportes… Es importante que la obra repose, olvidarla
durante un tiempo para poder analizarla más tarde con mayor equidad. Tras este
periodo de «cuarentena» a veces decidimos destruir las obras que no emocionan,
que no trasmiten lo suficiente, para mostrar al público sólo lo mejor de la
producción.
«Hay millones de artistas que crean;
sólo unos cuantos miles son aceptados o, siquiera, discutidos por el espectador;
y de ellos, muchos menos todavía llegan a ser consagrados por la posteridad».
Esta frase de Marcel Duchamp, que tiene la contundencia de un epitafio, es tan
real que casi entristece el decirla. Es cierto que el arte está en constante
revisión y que grandes artistas, durante siglos olvidados, son rescatados por
generaciones posteriores siendo posicionados en su tiempo. Suena a consuelo
pero sucede. Como también sucede lo contrario y algunos que fueron ensalzados
en su momento caen en el sueño de los justos. Porque, como señalaba el maestro
surrealista Max Erns «El arte no tiene nada que ver con el gusto. No existe
para que se le pruebe».
Pasión gremial y
oficio
Cuando
comienzas una pintura es algo que está fuera de ti.
Al
terminarla, parece que te hubieras instalado dentro de ella.
Fernando
Botero
Con el paso del
tiempo, el artista va adquiriendo un progresivo conocimiento de su oficio,
llegando a dominar los diversos y variados materiales, soportes y herramientas
específicos de su trabajo, disfrutado en las diferentes fases del proceso
creativo, como un verdadero alquimista de los tiempos actuales. Para desarrollar adecuadamente esta compleja
actividad que es el arte, lo natural es que se tenga estudio propio o, menos
corrientemente, llegar a compartir el espacio de trabajo con otros compañeros.
Estos talleres de artista suelen tener un gran encanto para el profano y, aunque cada uno de ellos
tiene por supuesto su forma y su «historia» particulares, puede establecerse
una estructura evolutiva «tipo», que podría aproximarse a la de la siguiente
descripción: en los comienzos, el artista incipiente suele emplear una
habitación de la casa donde vive con sus padres; después pasa por las famosas
buhardillas y otros diversos espacios, hasta poder acceder a la situación ideal
para la inmensa mayoría, que es la de contar con un local propio y grande o,
mejor aún, con una nave industrial. Estos espacios creativos recuerdan mucho a
esos grandes desvanes repletos de cachivaches y de polvo, con grandes
mesas siempre llenas de papeles, revistas, libros… todo ello mezclado con
bocetos y proyectos en marcha, y otros variados objetos inenarrables que nadie
sabe para qué sirven, pero allí están. Al final, siempre falta sitio y se acaba
instalando el laboratorio de trabajo en un reducido espacio, una especie de «hueco»
creativo donde se puedan experimentar las ideas, no importa si son posibles o
imposibles.
Muchos artistas son coleccionistas,
pero sin serlo —aunque esto parezca una
perogrullada— porque su finalidad no es la misma que la de aquellos. En su
momento, sabrán encontrar la posible utilidad de todo lo atesorado siempre en
relación con su creatividad o, simplemente, compartirán su vida con estos
objetos durante años, en muda compañía: los objetos también saben hablar a
quien conoce su misterioso lenguaje. Objetos
retenidos a través del tiempo dentro de frascos de cristal, o en cajas de
madera... Todos ellos tienen en común el haber convivido conmigo durante muchos
años, en diferentes espacios vitales o de trabajo que ya han desaparecido de mi
vida, que ya pertenecen a mi pasado, que son el pasado. Objetos humildes,
procedentes de diversas épocas, de carácter heterogéneo y múltiples orígenes
que, al conectar con mi memoria, se cargan de un sutil simbolismo que todo lo
unifica, permitiéndome revivir mágicamente esa extraña mezcla de dolor,
tristeza y alegría que es la esencia de mi vida. Ciertamente, los objetos tienen el poder de retener el tiempo de la vida,
que pulsa su aliento en momentos de placer y de sufrimiento.
Aunque, los hay maniáticos con el
orden y la limpieza, éstos son los menos, y en los estudios predomina un «caos
controlado» que cada uno viste con su peculiar personalidad. El pintor
muralista ruso-mexicano Vladimir Kibalchich nos recuerda que «El pintor no usa
palabras, usa materiales, trabaja el sentimiento con la mirada y el cerebro. El
color es un lenguaje, como la música».
Nunca he llegado a saber exactamente
por qué extrañas razones los artistas tenemos tendencia a trabajar en grandes
formatos, si todo está en contra: económicamente son una ruina, son más
problemáticos de realizar y más difíciles de comercializar. Tal vez lo que
sucede es que el artista percibe como un gran reto el gesto de dominar las
grandes superficies, porque éstas no le constriñen y le permiten una mayor
libertad creativa. También cuenta el ego, por supuesto, que queda mucho más
satisfecho tras ganar la lucha en un gran campo de batalla. Pero, al final, la
realidad se impone y resulta que estos grandes formatos están destinados, por
lo general, a ser almacenados por muchos años, a la espera —la esperanza es lo
último que se pierde— de una gran exposición que revise la producción de una
vida entera, ya al final de los días. O, como sucede casi siempre, en alguna
exposición póstuma que, para el propio interesado, siempre llega demasiado
tarde. Leonardo da Vinci nos dice de la muerte «Así como una jornada bien
empleada produce un dulce sueño, así una vida bien usada causa una dulce
muerte».
Vanagloria como
protección
No es necesario creer
en lo que dice un artista,
sino en lo que hace.
David Hockney
Narciso, enamorado de su hermosura,
y Baco, anfitrión festivo hasta el infinito, son dos señas de identidad
sagradas para los artistas. Como Narciso, el creativo suele ser vanidoso porque
su trabajo es extraer belleza de donde nada hay, como reflejo de sí mismo.
Pero, a menudo también, tiene la autoestima algo desmesurada, quizá como un
escudo de protección ante un entorno que le es hostil. Cuando el ego se le
dispara mucho, puede convertirse en una situación incómoda o irritante para los
demás. Por su formación e intuición vive con intensidad, celebra la vida como
Baco, llevándola al límite como si fuera su último día; necesita sentirse vivo:
tiene la virtud de adaptarse a lo que posee —que suele ser más bien poco— pero
vivirlo con gran intensidad. Ama y sufre con la misma pasión. Es un estupendo
compañero de viaje, sentimental hasta la médula, infiel por naturaleza, amigo
de sus amigos y sibarita de todos los placeres, incluso del de la mesa… Recuerdo que cuando conocí a Pedro Tramullas, uno
de los mejores artistas que yo he tratado —y son muchos los que he conocido— al
que adopté como mi hermano mayor, me comentó que estando en la facultad de
Bellas Artes de París, en torno al año del famoso mes primaveral, trabajaba en
un restaurante sólo un día a la semana, como complemento a su precaria
economía. Un día a la semana era el encargado de reparar lo mejor de la cocina
española (tortilla de patata, paella, chipirones al vino rancio…). Los otros
seis, los cubrían otros seis artistas de diferentes nacionalidades; cada día
podían cambiar así de menú, transformando un simple restaurante en un verdadero
tour de cocina internacional. Siempre me pareció ésta una idea brillante que
decía mucho de la inteligencia y sensibilidad del dueño de este negocio
parisino, que había sabido advertir que el artista es tan creativo en su obra
como puede serlo en los fogones. Porque, al fin y al cabo, el oficio es cocina
y alquimia. Tristemente, con los años, ese continuo excederse pasa factura.
Pero, ¿quién quiere perderse este canto a la libertad y al disfrute de los
placeres mundanos que es para muchos de nosotros la vida, la única existencia
que —sepamos— nos ha tocado en suerte vivir? La
intensidad de la vida de los artistas, incluso cuando mueren jóvenes, es como el
triple que la de cualquier otro profesional.
Arte de los nuevos
medios
El Arte no reproduce
lo visible. Lo hace visible.
Paul Klee
Una de las vertientes creativas más
representativas del Arte actual se identifica con ciertas herramientas que no
son las tradicionales; algunos creadores asumen plenamente estas posibilidades
y sus obras son la constatación del firme compromiso entre su realidad
vivencial y los avances tecnológicos y científicos que definen y marcan nuestra
civilización en este nuevo siglo. Hablamos de la utilización de estas
nuevas tecnologías como instrumentos que posibilitan la
creación y pienso que, en ese sentido, no existe diferencia alguna entre el
pincel de siempre y la nueva paleta gráfica digital.
Hay algo que la mayoría de los
artistas actuales tenemos más que asumido: el hecho de que la creatividad nunca
puede ser constreñida por la herramienta empleada. En este sentido, para mí es
tan importante que se sigan empleando materiales y técnicas tradicionales, como
el que los artistas nos sirvamos sin dogmatismos de las nuevas técnicas
informáticas digitales en nuestro trabajo cotidiano; y lo que es aún mejor, que
se produzca una mezcla «alquímica» de ambas, tal y como sucede con frecuencia
en las propuestas artísticas actuales. No tengo ninguna duda de que, en el
futuro, la validez de este proceso enriquecedor no hará sino confirmarse y de
que unas y otras sabrán pervivir y cohabitar en el tiempo (juntas, o por
separado), llegando a retroalimentarse entre sí en aras de la creatividad, para
recorrer con nuevos bríos el amplio camino del mundo del Arte en todas sus
vertientes y manifestaciones.
Concebido como nueva herramienta de
creación, el ordenador ha conseguido estar presente actualmente en la mayoría
de las disciplinas artísticas consideradas como clásicas en el pasado siglo: la
animación, la arquitectura, el cine, el collage, el dibujo, el
diseño, la escultura, la fotografía, el fotomontaje, el grabado, el happening,
la ilustración, la instalación, la música, la obra gráfica, la pintura y el
vídeo. El término acuñado de «Arte de los Nuevos Medios» define esta
tendencia que acoge aquellas obras que utilizan las tecnologías emergentes para
difundirse a través de los medios de comunicación. Una realidad que ha sido
etiquetada por nuevas denominaciones ampliamente aceptadas e implantadas; entre
ellas, solo por citar algunas: arte electrónico, escultura digital, arte
fractal, arte infográfico, arte interactivo, arte multimedia, arte en la red,
arte robótico, arte virtual, arte de transmisión, arte y realidad aumentada, vídeoarte
y un largo etcétera.
El trabajo creativo del soporte
audiovisual o del electrónico o digital, cuenta para su posterior presentación
con la fascinante herramienta de Internet y sus diferentes redes de
distribución y presentación. Puede afirmarse que, en la actualidad, el ciberespacio
supone la vía más apropiada y rápida y, por tanto, más utilizada por los
artistas para difundir sus trabajos en tiempo real. Pero no podemos olvidarnos
de algunos que trabajan con otros soportes tecnológicos de carácter innovador
como pueden ser: cámaras de seguridad, sonido, videojuegos, telefonía iPhone,
tabletas iPad, navegadores GPS, por citar algunos ejemplos. Estos creadores vuelcan
también sus investigaciones a través de la red y de las redes sociales más
conocidas: Facebook, YouTube, WhatsApp, Linkedin, Instagran, Google, Twitter,
Flickr… con sus teléfonos móviles, blogs y páginas web,
personales o especializadas; el uso de estas tecnologías con actitud
experimental, creativa y crítica, las redefine como medios artísticos, dentro
del proceso de desmaterialización que experimenta el Arte de hoy. Como nos
explica el profesor y escritor argentino Diego Levis: «El arte digital se
inserta en un proceso progresivo de desmaterialización de la obra artística que
se retrotrae a la incorporación de la fotografía al ámbito de las artes, a
finales del siglo XIX».
Considero que cada artista es libre
de elegir aquellas herramientas que le sean más útiles para su expresión dentro
de un lenguaje propio, según las necesidades plásticas o visuales de los
proyectos afrontados. Para mí, todas son igualmente valiosas y, personalmente,
convivo con ellas sin complejos ni tabúes; las utilizo sin distinción, desde
las más clásicas hasta las más innovadoras, si se adecúan a mis planteamientos
creativos; decido la que necesito en función de cómo deseo tratar la obra que
voy a realizar. Estos útiles no son capaces de hacer nada que uno no lleve
dentro y sepa cómo expresar; por ello exigen cierto nivel de planificación
previo, saber cómo resolver técnicamente cada una de las obras según su
ulterior función, resolver sus dimensiones y los materiales que se van a
utilizar, elegir el soporte más adecuado en cada momento para que la obra
obtenga el resultado más bello posible… En este sentido, no vale la
improvisación y es vital dominar el «oficio», como siempre ha ocurrido. Aunque
considero mucho más importante el resultado que pueda traslucirse en la obra
terminada, el hecho de que, de alguna forma, quede impregnada en ella su «vivencialidad», se signifique el proceso conceptual en que has estado inmerso poniendo en
juego tu saber creativo, cultural e intelectual, con la transmisión de
sensaciones e inquietudes. Todo ello dota a la obra de vida propia, de poder de
trasmisión y comunicación, de capacidad para interactuar con el público
receptor —incluso buscando a veces la provocación y el desconcierto—, convirtiéndola,
en definitiva, en una Obra de Arte.
Estas ideas no son nuevas para mí.
Extraigo textualmente un fragmento del texto que preparé en el año 2002 para el
catálogo de mi exposición en la Fundación Maturén en Tarazona (Zaragoza) y que
considero ilustrativo sobre las inquietudes que hoy en día siguen estimulando
mi proceso creativo: (...) El artista, el creador,
ha pasado a ser un mago-diseñador, un cleptómano icónico, objetual y un ávido
recolector de recursos que maneja desde el pensamiento. La conjunción de todos
ellos puestos al servicio de un elaborado discurso es la aportación del artista
a lo que definimos como resultado artístico.
La decisión vital de consagrase al
Arte es dura y exigente. Obliga a adquirir con el tiempo una estructura mental provista
de una adecuada coherencia estética. Ese a veces áspero pero siempre fascinante
aprendizaje, que te conduce a la anhelada meta de ser artista, te concede el
privilegio de acceder a un universo estético propio. La actitud de ser un
observador analítico, receptivo y curioso con lo que te acontece, y el tener
abiertos los seis sentidos para mostrarte sensible y permeable hacia tu entorno
vital te estimulan a avanzar más rápido en tu camino creador, como también
ayuda el ser crítico y selectivo con uno mismo y con la obra que realizas.
Porque no vale todo: hay que saber destruir para construir otras obras,
depurando los fallos cometidos, aplicando el criterio innato que determina esa
personalidad consustancial a cada artista que siempre debe ser respetada.
Las diferentes técnicas y los
diferentes estilos han ido evolucionando, muy despacio o muy deprisa, según las
circunstancias de cada momento histórico. Esta evolución se ha hecho posible
gracias a los avances técnicos del ser humano. Desde las primeras expresiones
con pigmentos en las cuevas rupestres, pasando por las diferentes técnicas de
preparación de muros de construcción y tablas de madera —encausto con
tratamiento de ceras calientes, temple al huevo sobre estucos de yeso, fresco—,
hasta llegar al gran avance que supuso en el Renacimiento el óleo sobre lienzo,
barnices y lacas, etc., la humanidad recorrió un largo camino de innovaciones
técnicas en lo pictórico. Posteriormente, a los pintores se les abrieron nuevos
mundos con la llegada de los acrílicos, alquídicos y resinas sintéticas. Todos
ellos fueron grandes avances que cambiaron el rumbo del Arte y que han sabido
perdurar, como ya hemos comentado, hasta la llegada del ordenador, una de las
revoluciones tecnológicas de mayor calado en las últimas décadas. Si reflexionamos en este amplio proceso de
cambios, podemos entender mejor cómo, en periodos anteriores, tuvo que ser
traumático para los artistas el adaptarse y aprender a trabajar con estos
nuevos materiales que se iban imponiendo, para proseguir inmersos en un camino
de creación que nunca cesará. Como refleja el pensamiento del artista Raúl
Soldi: «El Arte nunca progresa, evoluciona».
Una de las fases más revolucionarias
de este proceso evolutivo, tiene que ver con la entrada en escena de la
fotografía y el cine. A partir de ese hito, el sentido y la función del Arte
cambiaron, y los artistas fueron adaptándose —como siempre ha ocurrido— a los
nuevos medios disponibles, utilizando estas novedosas herramientas para crear
sus obras desde otras perspectivas más integradoras y abiertas. Un nuevo y
renovado esplendor alumbró el camino de la historia del Arte con las llamadas
vanguardias históricas, desde el Dadaísmo y el surrealismo —con sus pinturas,
esculturas, fotos, películas, fotomontajes, collages, décollages, ready-mades,
acciones políticas y performances— a la tendencia del Pop
Art, reivindicadora de una cultura comercial y popular que supo integrar en
su discurso estético el lenguaje propio de los anuncios, cómics, revistas y reproducciones
seriadas, y la utilización de técnicas también propias de estos medios de masa,
desde la gráfica a la fotografía. Así llegamos a nuestro presente, marcado por
unos modos de vida cada vez más sometidos a lo tecnológico, campo que en sus
comienzos estuvo vinculado a la
geometría imposible y al arte conceptual y, más centrado en
las ideas que en los propios objetos, y donde encontramos como máximos
exponentes al movimiento artístico y sociológico internacional Fluxus,
con sus happenings, performances, vídeoarte, danza, música electrónica o concreta y la
literatura, Fluxus disuelve el arte en lo cotidiano. Ellos son los grandes
pioneros de todo lo que se ha generado posteriormente hasta llegar a esta nueva
coyuntura en que hoy nos hallamos inmersos, donde el «Arte de los Nuevos
Medios» no da nada por supuesto o por cerrado, y todo está por hacer…
La soledad y el tiempo se acompañan de abstracción en movimiento- la necesidad de crear y trasformarse - Trabajar para ofrecer lo que existe en el vacío. De la nada; un mundo - Gracias por estar ahí - Un fuerte abrazo
ResponderEliminarSer partícipes de la Armonía Creativa, obliga a tener una sensibilidad especial. Esa especie de don que sustenta la evolución.
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