Paco Rallo. Collage
para Azpeitia, 2012. Papel impreso/papel, 29 x 21 cm
Al profesor Ángel Azpeitia, que me trasmitió sus
conocimientos
y profunda pasión por el arte.
Sin arte la vida sería un error.
Friedrich Nietzsche
Paco Rallo
Artista Visual & Diseñador Grafico
Zaragoza,
9 de abril de 2012
En la década de los 70, coincidí en la Escuela de
Arte de Zaragoza con algunos pintores que habrían de ser compañeros de viaje en
el grupo Forma: Fernando Cortés, Manuel Marteles y Paco Simón. También con artistas
que fuerón cómplices de nuestras acciones, manifiestos, happenings, y propuestas plásticas… me refiero al al pintor y
escritor José María Blasco Valtueña y al escultor vasco Iñaki Moreno Ruiz de
Eguino. Esta escuela contaba entonces con un profesorado anclado en un sistema
de enseñanza absolutamente decimonónico, con posiciones muy próximas a Falange,
Sección Femenina y Acción Católica; alguno de estos docentes —los de mayor rango solían ser los más vagos— se dedicaban a deambular por las clases,
baboseando con las alumnas y dejando la responsabilidad de la formación a unos
cuantos jóvenes «penenes» que buscaban desesperadamente conseguir un
puesto de trabajo fijo; éstos demostraban una mayor dedicación a la hora de
impartir las clases, pero aplicaban sin piedad la doctrina impuesta por el
corrupto sistema ¡Cuánta hipocresía! En clase, mano dura; en la calle, colegas
exponiendo juntos… No les guardo rencor.
Asimismo, había un pequeño grupo de profesores con verdaderas ganas de trasmitir sus
conocimientos. Entre estos profesores genuinos, el alumnado sentía un respeto
personal por el entonces joven Ángel Azpeitia Burgos que, por su aspecto e
indumentaria, siempre me recordaba a un miembro de La familia Adams; buceando en mi memoria al escribir este texto, evocó
la rara cualidad que tenía Azpeitia de encuadrar cada uno de los períodos que
estudiábamos en su particular contexto político, económico, social y cultural,
y la habilidad que demostraba para sumergirnos en la vida cotidiana y en
definitiva para atraparnos con su discurso. Estas magnificas clases, a las que
asistí durante cuatro años con asiduidad, se complementaban con la proyección
de diapositivas en blanco y negro. Al hilo de esto, escribí, en el 2006, un
pequeño texto en el
libro Fundiendo
los plomos. Homenaje al tipógrafo aragonés Joaquín Ibarra y Marín, que ilustra muy bien lo que deseo trasmitir:
«En la ciudad renacentista de Florencia, a finales
de agosto de 1973, fue donde perdí mi virginidad, la que poseía en la mirada;
sucedió en la Academia de los Uffizi, y en el Museo Nacional Bargello. Ocurrió
en vivo y en directo, cuando delante de mí, sin previo aviso, estaban los
grandes maestros que había estudiado en los libros de Historia del Arte de
Diego Angulo y en las sabias clases que mis profesores Federico Torralba y
Ángel Azpeitia me habían impartido; conocía muchas de las obras por
reproducciones y diapositivas; eso sí, las conocía en blanco y negro. El
impacto de tanta belleza fue de tal magnitud al descubrir el color y sus
perfectas proporciones, que me lloraron los ojos ante tanta emoción y sutileza.
En ese instante decidí consagrarme, de un modo iniciático, a amar la belleza y
dedicarme al Arte»
Recuerdo a
Ángel Azpeitia impartiendo sus clases de arte en una bella aula semicircular
con pupitres de madera continuos; hace años que soy consciente de hasta qué punto
aquellas lecciones me marcaron para siempre, haciéndome sentir cómodo cuando
visito nuevos países y ciudades, sus museos y monumentos, o también cuando
ejerzo de anfitrión intentando trasmitir esos conocimientos que desde entonces
he ido ampliando por mi propia actitud vital como artista. Esta sólida base se
debe, en gran parte, a la influencia del doctor Ángel Azpeitia, al que le estoy
tremendamente agradecido.
Simultáneamente
a su labor docente ejercía la de crítico de arte en las páginas de Heraldo de
Aragón, donde recogía el acontecer de las periódicas exposiciones de la
ciudad. Una doble paradoja —la de profesor y crítico— se nos antojaba a esos jóvenes artistas —los
Forma— que empezábamos a caminar
por el mundo de la creación. Ángel supo diferenciar invariablemente entre la
relación exigente con sus alumnos y el ejercicio de la crítica. Él siempre
estuvo atento a las propuestas más atrevidas del momento que le proponíamos con
nuestras exposiciones, happening o
acciones. Con motivo de la exposición retrospectiva, de 2002, Grupo
Forma. Actitudes e Ideas,
ideas y actitudes. 1972–1976, Palacio de Sástago, Zaragoza, Ángel Azpeitia nos
escribió un
texto que comienza como sigue:
«Quizás
ningún otro colectivo ocupe tanto sitio en el corazón de mi corazón, en mi
recuerdo y en el de días muy satisfactorios dentro de mi ejercicio profesional.
Por entonces, cuando aparece el Forma, sus miembros estaban ligados, como quien
escribe —aunque en funciones distintas del menester—, a la Escuela de Artes de
Zaragoza. Y sabido es que ese centro fue mi primer amor, el que nunca se
olvida. Pero, memorias personales aparte —que no son superfluas aquí, a la hora
de ofrecer un testimonio de mis contactos con el grupo y opiniones en aquella
etapa—, debo insistir en la idea de que los setenta suponen la culminación de
la vanguardia entre nosotros, digan lo que digan quienes falsean la historia a
posteriori o los que quieren trasladar a nuestro ámbito la cronología de
distintos lugares. Dentro de dicha década el Forma, con prioridad de tiempo
sobre el Azuda–40, aunque éste arrancase del anterior Intento, representa al
límite y por encima de cualquier otra iniciativa los supuestos modernos,
especialmente desde un punto de vista conceptual».
A lo largo
de estas cuatro últimas décadas he coincidido con Ángel Azpeitia en multitud de
exposiciones, donde con frecuencia hemos tenido ocasión de intercambiar
nuestras impresiones sobre la obra expuesta y las nuevas tendencias que iban
surgiendo. También, en diversos jurados y eventos de responsabilidad,
manteniendo largas y gratas conversaciones con amigos comunes. Estamos ante un
buen conocedor de la vida y de sus placeres, que sabe disfrutar de ellos y haciendo
partícipes a los demás, como norma departiendo su agradable conversación, con
temas muy diversos deslizados con su gracejo especial y sabiduría. En mi vida
profesional tengo multitud de entradas bibliográficas de Ángel Azpeitia desde
hace cuarenta años, tanto en mis exposiciones individuales como en las
numerosas colectivas en que he participado, algunas comisariadas por él.
También me prologó el catálogo de mi exposición individual en el Museo de
Teruel, año 1988, del que extraigo este precioso fragmento con el que, después
de veinticuatro años, todavía me siento identificado:
«Seguramente Rallo, si se piensa en el
resto del Forma, da un registro más frío, más mental. Es inteligente y le
agradan las estructuras. Esto parece lógico, desde luego, en quien practica
como escultor, además de como pintor. Al profundizar en su trayectoria se
encuentran arraigadas admiraciones por los neoplásticos y suprematistas. Es una
constante que fluye paralela a otra de corte metafísico. Porque a Rallo le
tienta el misterio. Y nada impedirá que el arcano se manifieste por el número,
como apunta la cábala, o se adentre en el espacio».
Desde que
le conocí, como profesor y crítico, siempre le he respetado y admirado. En la
actualidad, me alegra captar su entusiasmo vital junto con María Luisa, su
compañera de vida, disfrutando de sus hijos y nietos. Después de un período
complicado de salud, ya superado, ha vuelto a ejercer la crítica de arte como
lo ha hecho durante décadas, siempre fielmente. Ahora, después de tantos años,
cuando me encuentro con ellos, mi interior los siente, cual si fueran miembros
de mi familia más íntima, la que uno elige a lo largo de la vida.
Rallo, Paco: «Al profesor Ángel Azpeitia, que me trasmitió sus conocimientos y profunda pasión por el arte»,
en el libro Ángel Azpeitia: Historiador y Crítico de Arte. Intensidad radial: 1933-2012, Aladrada ediciones, 2012, pp. 162-165.
Gracias Paco, por transmitirnos esta Pasión por el Arte y compartir estos conocimientos y momentos tan especiales.
ResponderEliminarDesde el cariño y amistad compartidos por nuestro buen amigo y profesor, gracias, Paco, por traerme tan gratos recuerdos.
ResponderEliminarGracias Paco por recordarme a mi también los momentos de la escuela aunque en mi época los profesores eran bastante limitados...
ResponderEliminarmuy buena la reflexión ,, de los acontecimientos vividos en el mundo del arte contemporáneo aragonés,, analizados desde un punto de vista de erudito en primera persona
ResponderEliminarGracias Paco, por el reconocimiento a Angel Azpeitia y la alusión a la Escuela, a la que pertenezco actualmente y desde hace ya bastantes añitos, y me gustaría recuperarla como esa gran casa-madre de muchos a la que entre todos descuidamos un poco. ¿Cómo podríamos hacer?. Estaría bien recuperar su tiempo pasado, porque cuando uno sabe de dónde viene, y dónde está, es más fácil saber a dónde va. Aunque estamos en unos días en los que se va a dónde se puede, o dónde nos dejan.
ResponderEliminarSí, Sí y SÍ !!! Muchas gracias querido Paco ! Yo también he pasado por la Escuela y por las manos de Ángel Azpeitia ... y todo han sido bendiciones. Un gran abrazo !
ResponderEliminarComo sabes, Paco, estuve en la presentación del libro dedicado a nuestro profesor Angel Azpeitia y si la idea del libro, como dijo Lizano, partió de ti, sin duda fue una buena idea.
ResponderEliminarCarmen Pérez-Ramírez