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miércoles, 2 de enero de 2013

Al profesor Ángel Azpeitia



Paco Rallo. Collage para Azpeitia, 2012. Papel impreso/papel, 29 x 21 cm






Al profesor Ángel Azpeitia, que me trasmitió sus conocimientos 
y profunda pasión por el arte.

Sin arte la vida sería un error.
Friedrich Nietzsche

Paco Rallo

Artista Visual & Diseñador Grafico
Zaragoza, 9 de abril de 2012


En la década de los 70, coincidí en la Escuela de Arte de Zaragoza con algunos pintores que habrían de ser compañeros de viaje en el grupo Forma: Fernando Cortés, Manuel Marteles y Paco Simón. También con artistas que fuerón cómplices de nuestras acciones, manifiestos, happenings, y propuestas plásticas… me refiero al al pintor y escritor José María Blasco Valtueña y al escultor vasco Iñaki Moreno Ruiz de Eguino. Esta escuela contaba entonces con un profesorado anclado en un sistema de enseñanza absolutamente decimonónico, con posiciones muy próximas a Falange, Sección Femenina y Acción Católica; alguno de estos docentes los de mayor rango solían ser los más vagos se dedicaban a deambular por las clases, baboseando con las alumnas y dejando la responsabilidad de la formación a unos cuantos jóvenes «penenes» que buscaban desesperadamente conseguir un puesto de trabajo fijo; éstos demostraban una mayor dedicación a la hora de impartir las clases, pero aplicaban sin piedad la doctrina impuesta por el corrupto sistema ¡Cuánta hipocresía! En clase, mano dura; en la calle, colegas exponiendo juntos… No les guardo rencor.

Asimismo, había un pequeño grupo de profesores con verdaderas ganas de trasmitir sus conocimientos. Entre estos profesores genuinos, el alumnado sentía un respeto personal por el entonces joven Ángel Azpeitia Burgos que, por su aspecto e indumentaria, siempre me recordaba a un miembro de La familia Adams; buceando en mi memoria al escribir este texto, evocó la rara cualidad que tenía Azpeitia de encuadrar cada uno de los períodos que estudiábamos en su particular contexto político, económico, social y cultural, y la habilidad que demostraba para sumergirnos en la vida cotidiana y en definitiva para atraparnos con su discurso. Estas magnificas clases, a las que asistí durante cuatro años con asiduidad, se complementaban con la proyección de diapositivas en blanco y negro. Al hilo de esto, escribí, en el 2006, un pequeño texto en el libro Fundiendo los plomos. Homenaje al tipógrafo aragonés Joaquín Ibarra y Marín, que ilustra muy bien lo que deseo trasmitir: 

«En la ciudad renacentista de Florencia, a finales de agosto de 1973, fue donde perdí mi virginidad, la que poseía en la mirada; sucedió en la Academia de los Uffizi, y en el Museo Nacional Bargello. Ocurrió en vivo y en directo, cuando delante de mí, sin previo aviso, estaban los grandes maestros que había estudiado en los libros de Historia del Arte de Diego Angulo y en las sabias clases que mis profesores Federico Torralba y Ángel Azpeitia me habían impartido; conocía muchas de las obras por reproducciones y diapositivas; eso sí, las conocía en blanco y negro. El impacto de tanta belleza fue de tal magnitud al descubrir el color y sus perfectas proporciones, que me lloraron los ojos ante tanta emoción y sutileza. En ese instante decidí consagrarme, de un modo iniciático, a amar la belleza y dedicarme al Arte»

Recuerdo a Ángel Azpeitia impartiendo sus clases de arte en una bella aula semicircular con pupitres de madera continuos; hace años que soy consciente de hasta qué punto aquellas lecciones me marcaron para siempre, haciéndome sentir cómodo cuando visito nuevos países y ciudades, sus museos y monumentos, o también cuando ejerzo de anfitrión intentando trasmitir esos conocimientos que desde entonces he ido ampliando por mi propia actitud vital como artista. Esta sólida base se debe, en gran parte, a la influencia del doctor Ángel Azpeitia, al que le estoy tremendamente agradecido.

Simultáneamente a su labor docente ejercía la de crítico de arte en las páginas de Heraldo de Aragón, donde recogía el acontecer de las periódicas exposiciones de la ciudad. Una doble paradoja —la de profesor y crítico— se nos antojaba a esos jóvenes artistas —los Forma— que empezábamos a caminar por el mundo de la creación. Ángel supo diferenciar invariablemente entre la relación exigente con sus alumnos y el ejercicio de la crítica. Él siempre estuvo atento a las propuestas más atrevidas del momento que le proponíamos con nuestras exposiciones, happening o acciones. Con motivo de la exposición retrospectiva, de 2002, Grupo Forma. Actitudes e Ideas, ideas y actitudes. 1972–1976, Palacio de Sástago, Zaragoza, Ángel Azpeitia nos escribió un texto que comienza como sigue:

«Quizás ningún otro colectivo ocupe tanto sitio en el corazón de mi corazón, en mi recuerdo y en el de días muy satisfactorios dentro de mi ejercicio profesional. Por entonces, cuando aparece el Forma, sus miembros estaban ligados, como quien escribe —aunque en funciones distintas del menester—, a la Escuela de Artes de Zaragoza. Y sabido es que ese centro fue mi primer amor, el que nunca se olvida. Pero, memorias personales aparte —que no son superfluas aquí, a la hora de ofrecer un testimonio de mis contactos con el grupo y opiniones en aquella etapa—, debo insistir en la idea de que los setenta suponen la culminación de la vanguardia entre nosotros, digan lo que digan quienes falsean la historia a posteriori o los que quieren trasladar a nuestro ámbito la cronología de distintos lugares. Dentro de dicha década el Forma, con prioridad de tiempo sobre el Azuda–40, aunque éste arrancase del anterior Intento, representa al límite y por encima de cualquier otra iniciativa los supuestos modernos, especialmente desde un punto de vista conceptual».

A lo largo de estas cuatro últimas décadas he coincidido con Ángel Azpeitia en multitud de exposiciones, donde con frecuencia hemos tenido ocasión de intercambiar nuestras impresiones sobre la obra expuesta y las nuevas tendencias que iban surgiendo. También, en diversos jurados y eventos de responsabilidad, manteniendo largas y gratas conversaciones con amigos comunes. Estamos ante un buen conocedor de la vida y de sus placeres, que sabe disfrutar de ellos y haciendo partícipes a los demás, como norma departiendo su agradable conversación, con temas muy diversos deslizados con su gracejo especial y sabiduría. En mi vida profesional tengo multitud de entradas bibliográficas de Ángel Azpeitia desde hace cuarenta años, tanto en mis exposiciones individuales como en las numerosas colectivas en que he participado, algunas comisariadas por él. También me prologó el catálogo de mi exposición individual en el Museo de Teruel, año 1988, del que extraigo este precioso fragmento con el que, después de veinticuatro años, todavía me siento identificado: 

«Seguramente Rallo, si se piensa en el resto del Forma, da un registro más frío, más mental. Es inteligente y le agradan las estructuras. Esto parece lógico, desde luego, en quien practica como escultor, además de como pintor. Al profundizar en su trayectoria se encuentran arraigadas admiraciones por los neoplásticos y suprematistas. Es una constante que fluye paralela a otra de corte metafísico. Porque a Rallo le tienta el misterio. Y nada impedirá que el arcano se manifieste por el número, como apunta la cábala, o se adentre en el espacio».

Desde que le conocí, como profesor y crítico, siempre le he respetado y admirado. En la actualidad, me alegra captar su entusiasmo vital junto con María Luisa, su compañera de vida, disfrutando de sus hijos y nietos. Después de un período complicado de salud, ya superado, ha vuelto a ejercer la crítica de arte como lo ha hecho durante décadas, siempre fielmente. Ahora, después de tantos años, cuando me encuentro con ellos, mi interior los siente, cual si fueran miembros de mi familia más íntima, la que uno elige a lo largo de la vida. 






Rallo, Paco: «Al profesor Ángel Azpeitia, que me trasmitió sus conocimientos y profunda pasión por el arte», 
en el libro Ángel Azpeitia: Historiador y Crítico de Arte. Intensidad radial: 1933-2012, Aladrada ediciones, 2012, pp. 162-165.












7 comentarios:

  1. Gracias Paco, por transmitirnos esta Pasión por el Arte y compartir estos conocimientos y momentos tan especiales.

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  2. Desde el cariño y amistad compartidos por nuestro buen amigo y profesor, gracias, Paco, por traerme tan gratos recuerdos.

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  3. Gracias Paco por recordarme a mi también los momentos de la escuela aunque en mi época los profesores eran bastante limitados...

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  4. muy buena la reflexión ,, de los acontecimientos vividos en el mundo del arte contemporáneo aragonés,, analizados desde un punto de vista de erudito en primera persona

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  5. Gracias Paco, por el reconocimiento a Angel Azpeitia y la alusión a la Escuela, a la que pertenezco actualmente y desde hace ya bastantes añitos, y me gustaría recuperarla como esa gran casa-madre de muchos a la que entre todos descuidamos un poco. ¿Cómo podríamos hacer?. Estaría bien recuperar su tiempo pasado, porque cuando uno sabe de dónde viene, y dónde está, es más fácil saber a dónde va. Aunque estamos en unos días en los que se va a dónde se puede, o dónde nos dejan.

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  6. Sí, Sí y SÍ !!! Muchas gracias querido Paco ! Yo también he pasado por la Escuela y por las manos de Ángel Azpeitia ... y todo han sido bendiciones. Un gran abrazo !

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  7. Carmen Pérez-Ramírez8 de enero de 2013, 21:00

    Como sabes, Paco, estuve en la presentación del libro dedicado a nuestro profesor Angel Azpeitia y si la idea del libro, como dijo Lizano, partió de ti, sin duda fue una buena idea.
    Carmen Pérez-Ramírez

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