Aupaedurne se va a paseo
El mundo desde mi
ventana
http://aupaedurne.blogspot.com.es/2016/05/tras-la-huella-de-sade.html
En el
verano de 2014 Paco Rallo me invitó a participar en el libro que estaba
preparando “Tras la huella de
Sade”, obra coral compuesta por ensayos, relatos, poemas e ilustraciones de
inspiración sadiana, además de frases del marqués. Aunque sea autora de uno de
los relatos, hasta ahora yo solo era escritora profesional de “literatura gris”
tal y como la define Manuel Sánchez Oms en su extenso y excelente ensayo
incluido en el libro (y que os invito a que descubráis a través de él su
significado) y escritora ocasional de relatos, artículos y post de lo que me
venga en gana en este blog. Sin embargo nunca había escrito un relato sadiano,
es más, tal y como comentó Elifio Feliz en la presentación en Teruel, ni
siquiera Sade figuraba entre mis autores favoritos (que dicho sea de paso,
tampoco sé quiénes son…). De manera que la propuesta de Paco, supuso todo un
reto para mí, y, por supuesto, entré al trapo.
Lo primero
que tuve que vencer fue el pudor, pero ya el propio Sade me lo puso fácil: «El pudor es una quimera, único
resultado de las costumbres y de la educación. Es, lo que se dice, un hábito».
Pues fuera hábitos, de todo tipo. Me puse a escribir sin pudor y sin haber
trabajado previamente la figura y la obra de Sade. Mi intención era escribir lo
que me inspirara a mí el hecho de un relato sadiano, no lo que me inspirara
Sade. Escribí libremente, sin prejuicios, y esas dos palabras, definirían mis
sensaciones durante el proceso de escritura. Como también decía Sade «Así,
la conciencia es pura y simplemente obra de los prejuicios que se nos han
infundido, o de los principios que nosotros nos formamos» Los prejuicios que nos infunden y que
nos amordazan nos impiden muchas veces desarrollarnos como personas libres. Y
esa es la paradoja del propio marqués desde mi punto de vista, a pesar de sus
27 años de reclusiones, fue un hombre libre porque así lo era su pensamiento,
durante aquel cambio de siglo y de paradigmas en un país como Francia. ¿Dónde
reside la verdadera libertad? ¿Es sólo algo físico o es inherente a la manera
de pensar? «Mi
desgracia no es consecuencia de mi manera de pensar, sino de la de los demás»,
nos dejaba escrito el marqués. La libertad reside en la fortaleza –otra
paradoja– al menos de espíritu. En este sentido, admiro a Sade como pensador y filósofo,
si consideramos su provocadora obra como fruto del momento que le tocó vivir,
estoy convencida, no olvidemos que el XVIII fue un siglo de promiscuidad y
tolerancia de hecho, pero también de gran hipocresía social derivada de los
preceptos de la Santa Madre Iglesia. Así Sade, desde la libertad de su
encierro, se rebelaba contra estos convencionalismos desde un profundo ateísmo,«La
idea de Dios es el único error por el cual no puedo perdonar a la humanidad»,
«Ninguna religión vale una sola gota de sangre», «Digámoslo con la verdad:
entre todas las religiones existentes, no hay una sola que predomine
legítimamente, que no esté llena de fábulas, mentiras, perversidades, y que no
ofrezca los más inminentes peligros al lado de las más evidentes contradicciones»,
eran algunos de sus pensamientos al respecto. También cargaba contra la
sociedad: «La ley solo
existe para los pobres; los ricos y los poderosos la desobedecen cuando
quieren, y lo hacen sin recibir castigo porque no hay juez en el mundo que no
pueda comprarse con dinero», «¿Creéis que hay gran diferencia entre un banquero
de una mesa de juego robándoos en el Palais-Royal, o Matasiete pidiéndoos la
bolsa en el bosque de Bolonia? Es lo mismo, señora; y la única distancia real
que puede establecerse entre uno y otro, es que el banquero os roba como
cobarde, y el otro como hombre valiente». Tanto unas como otras frases,
si lo pensamos bien siguen siendo de rabiosa actualidad, seguimos viendo,
demasiado cerca de nosotros cómo se mata por la idea de un dios, se llame como
se llame, cómo la justicia no es igual para todos, por mucho que personajes de
alta cuna nos intenten convencer de lo contrario, y cómo los ladrones visten
carísimos trajes y se llevan los millones de los pobres hombres que por intentar
robar una gallina o una bici los condenan a cárcel. Frente a esto Sade se
revela como un apasionado pensador que criticaba también ignorancia de sus
semejantes: «No hay más
infierno para el hombre que la estupidez y la maldad de sus semejantes», «¿Qué
es la existencia sin filosofía? ¿Vale la pena vivir cuando se vive aplastado
bajo el yugo de la mentira y de la estupidez?». «...Por la pérdida de mis
manuscritos he llorado lágrimas teñidas de sangre». Pero volvamos a esa
libertad de pensamiento de la que hablábamos antes, que es lo que yo más
destacaría del marqués, la cual, 275 años después de su nacimiento, nos sigue
pareciendo –o nos vuelve a parecer– casi tan transgresora como en su momento,
tal vez porque la sociedad sigue siendo pacata.
Esa misma
libertad es la que me guió en la escritura de mi relato, “Sangre fría”. Escribí sin
tabúes sobre una mujer sexualmente libre, dejando claro que no somos objeto,
sino sujeto sexual. Durante siglos se nos ha prohibido a las mujeres la
libertad sexual y han sido, estoy segura, generaciones de ellas que se han
muerto sin haber experimentado un solo orgasmo en su vida. Cuando la mujer ha
entrado en el ámbito sexual ha sido cosificada, se ha negado su papel más allá
de un objeto de deseo o de placer para el macho, que ha sido tradicionalmente
el polo hacia el que se ha dirigido el hecho sexual.
Mi
protagonista es una mujer muy activa que goza del sexo y que vive una relación
muy pasional, pero que no es indispensable para ella. Se sabe deseada y no lo
oculta, al contrario. Sin embargo, poco más os puedo contar de mi relato, está
escrito para descubrirlo poco a poco, para ir dejándose llevar, desde la
primera línea.
La gente que lo ha leído se ha sorprendido de su evolución, del
giro que va tomando la historia. También me han dicho que rezumaba
testosterona, que parecía un relato escrito por un hombre. Ha habido incluso
quién me ha pedido una segunda parte, que nunca me he planteado, la verdad,
porque el final queda abierto. Sinceramente, me gusta que la continuación del
relato quede en la mente de cada uno de los lectores, y no me importaría,
incluso, que si alguien se decidiera, me mandara su continuación, puede ser un
juego interesante…
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