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sábado, 21 de diciembre de 2019

La mascarilla funeraria de Miguel Labordeta

Francisco Rallo Lahoz, 1969. 
Lápida de Larvikita con retrato en bronce



La mascarilla funeraria de Miguel Labordeta

Paco Rallo
Artista visual



La muerte, temida como el más horrible de los males, no es, 
en realidad, nada, pues mientras nosotros somos, la muerte no es, 
y cuando ésta llega, nosotros no somos. 
Epicuro de Samos.



El poeta Miguel Labordeta Subías, nació en Zaragoza el 16 de julio de 1921 y falleció el 1 de agosto de 1969 en su ciudad, donde acababa de cumplir 48 años. Estamos pues, en el quincuagésimo aniversario de su muerte y a dos años del centenario de su nacimiento, por lo que he querido recordarle y plasmar en estas páginas de la revista Crisis, un hecho poco conocido.

La tarde del 1 de agosto de 1969, me encontraba en el taller-estudio de mi padre, Francisco Rallo Lahoz (1924-2007), y sonó el teléfono. El propio escultor nos cuenta: «El pintor y amigo José Orús me llamó, por indicación del periodista Alfonso Zapater, para hacerle la mascarilla al poeta Miguel Labordeta, la que realicé a las pocas horas de fallecer, luego le hice un retrato de perfil «Miguel Labordeta, 1969» en bronce para su lápida», texto publicado en su autografía fechada en enero de 2001 «Francisco Rallo Lahoz. Mi vida dedicada a la escultura», publicada en la revista Rolde de Cultura Aragonesanº 130-131, junio-diciembre de 2009, pp. 44-59.

Mi padre tenía experiencia en ello por haber practicado junto a su maestro, el escultor Félix Burriel Marín (1888-1976), que le había enseñado in situ la técnica del vaciado de mascarilla funeraria en varias ocasiones. Quise acompañar a mi padre y me ofrecí, pero consideró que me podía impresionar y no quiso que pasara por ese trance. Yo tenia 14 años. Siempre he lamentado que no me dejara ir. Cabe recordar que posiblemente es el último de los grandes personajes al que se le practicó el vaciado mortuorio en esta ciudad. Pienso ahora que quizás no quiso que le acompañara porque su primera mascarilla la habían realizado sobre el cadáver de una niña siendo él un joven aprendiz de escultor y le había marcado.

La tradición de la mascarilla funeraria era practicada en el Egipto de los faraones y en la antigua Roma (maiorum imagines). Perduró en la Edad Media y en el Renacimiento entre las altas esferas sociales y en destacados humanistas y creadores, llegando a tener su máxima práctica entre los siglos XVIII y XIX, siendo muy común entre los grandes personajes de la historia, la ciencia y de las artes, que ha dejado un legado post mortemde sus rostros. También se empleaba como modelo para la realización de retratos en escultura. De este arte funerario también existen pinturas, dibujos y fotografías, según las épocas.

            Miguel Labordeta tenía la costumbre de acostarse después de comer, en la cama para hacer la siesta, de la que ese fatídico viernes ya no se levantó como consecuencia de una aneurisma de aorta, que le dejó huella en el labio inferior como se aprecia en el rictus labial de la mascarilla. 

Mi padre se desplazó a la casa de los Labordeta en la calle del Buen Pastor situada entre la Plaza del Justicia con el Mercado Central. Curiosamente él no había conocido en vida al poeta y, sin embargo, estaba delante de su cadáver con todo lo necesario para efectuar el trabajo que le habían encomendado. Recordaba que se encontró con los familiares y hermanos que estaban sumidos en una profunda desolación y que no fue fácil realizar el trabajo a la vez que consolaba y daba ánimos, sobre todo a Donato, el pequeño de los hermanos, pero, como gran profesional que era, preparó una toalla para rodear la cara, puso esparadrapo sobre los parpados para resguardarlos y aplicó vaselina por la cara para facilitar el desmolde del vaciado en escayola que realizó. Se llevó el molde del negativo de la faz a su taller, donde más tarde lo vació con escayola realizando el positivo. Posteriormente se fundió en bronce a la cera perdida.

            De este hecho surgió una amistad de mi padre con los hermanos Labordeta, Manuel, José Antonio y Donato, que frecuentaban su taller, donde siempre se conservó dicha mascarilla y el retrato de perfil que realizó para su lapida. Todavía lo guardamos, a la espera de encontrar dónde donarlos, se admiten sugerencias.


            Está considerado uno de los grandes poetas de la generación de la posguerra española. De él, me hablaron sus amigos artistas, como Pepe Orús y Ricardo Santamaría, o los poetas Carlos Edmundo de Ory, Luciano Gracia, José Antonio Rey del Corral y Antonio Fernández Molina, que fue miembro de la OPI (Oficina Poética Internacional). En 1973, época del grupo Forma realicé una escultura con el título Homenaje a Labordeta en chapa metálica de hierro de 51 x 27 cm de diámetro con terminación de pintura al esmalte y cuerda.  Esta obra estuvo expuesta en la muestra antológica del Grupo Forma. Actitudes e Ideas, Ideas y Actitudes. 1972-1976, en el Palacio de Sástago de Zaragoza, en 2002.  

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