Proceso de instalación de las esculturas y pedestales.
Fotografías de Beatriz Orduña
Realidades paralelas a lo invisible.
Intervención de Paco Rallo en el espacio Córner MIZ de Zaragoza Activa.
Sergio Sevilla Tabernero
Programador cultural y coordinador del espacio
Córner MIZ de Zaragoza Activa.
Publicado en AACAdigital. Número 50 | Marzo de 2020.
Autoficción y otras narrativas personales.
Bajo el concepto de ‘autoficción’ se desarrolla la línea argumental de la séptima temporada del programa Córner MIZ, el programa artístico de Zaragoza Activa que, desde 2014, se desarrolla con el objetivo de poner en valor y visibilizar el trabajo de artistas y creativos de la ciudad a través de la realización de intervenciones efímeras en espacios de tránsito.
La autoficción es un término literario creado en 1977 por el crítico literario y novelista francés Serge Doubrovsky para definir el género literario de una de sus producciones propias (“Hijos”). El término se compone del prefijo auto (del griego “sí mismo”) y de ficción, palabra utilizada para referirnos a cosa, hecho o suceso fingido o inventado que es producto de la imaginación. La autoficción se caracteriza por una mezcla de narraciones aparentemente opuestas: por un lado la autobiografía y por otro la ficción.
Tomamos el término autoficción y lo trasladamos al terreno del arte para presentarlo como punto de partida de las intervenciones que se realizan durante el ciclo de 2020, en el que el artista Paco Rallo es el que inaugura la temporada con su instalación “Realidades paralelas a lo invisible”.
Bajo este prisma argumental, Paco Rallo ha desarrollado una intervención escultórica compuesta por cinco bustos pétreos sobre unas ligeras y largas peanas de madera. Una intervención de carácter muy narrativo que tiene sus inicios en un lejano año 1984.
En aquel año, esculpió cinco bustos en piedra como encargo para un comercio de la época. En aquella época fueron usados como elementos artísticos en el escaparate del comercio y después el artista les perdió la pista. Tanto es así que incluso, en su memoria, recordaba solamente tres esculturas –y no cinco– y quedaron perdidos entre sus recuerdos. Después de todo este tiempo, 36 años, Paco retomó el recuerdo de estas esculturas y entabló un diálogo mental con ellas para poder volver a verlas y recuperarlas de algún modo sin saber dónde o cómo estarían después de tanto tiempo.
En una labor casi de investigación, se propuso volver a encontrarse con ellas y tirando de pistas y contactos llegó a encontrar al propietario actual que seguía siendo el mismo que los encargó en aquel lejano año 1984. A partir de este segundo encuentro con las piezas, el artista comienza, o más bien continúa, escribiendo la historia de esta obra.
Ahora en 2020, Paco Rallo recurre al recuerdo como punto de partida de una nueva génesis creativa para desarrollar esta instalación específica en el espacio Córner MIZ. Trae unas piezas del pasado al presente bajo una nueva formulación conceptual. Une dos momentos temporales: pasado y presente; une dos materiales: piedra y madera y los combina para crear la obra. Rallo, en su ejercicio de conceptualización, está utilizando la combinación de conceptos opuestos o contrarios de una forma casi retórica. Pasado y presente, piedra y madera, frialdad y calidez, geométrico y orgánico, dureza y fragilidad, arriba y abajo. De este modo, crea un discurso narrativo que une al propio discurso estético de la obra.
Los bustos de piedra, sólidos, resistentes, de fuerte carácter geométrico, de apariencia fría (por la propia materia) los sitúa, creando formas verticales, sobre unas peanas realizadas en madera, livianas, frágiles y orgánicas pese a su geometría. Un juego de términos opuestos que ayudan al artista a crear su relato narrativo.
En cuanto a la forma, Los bustos están esculpidos en piedra y se puede ver en su relieve el trabajo del cincelado realizado por el artista. Son cinco personajes masculinos, de rasgos físicos muy marcados a excepción de los ojos que no tienen detalle y se pierden ofreciéndole a las caras un fuerte aire metafísico, una mirada ausente eterna y atemporal (casi como la propia piedra tallada). Esas caras talladas de rasgos tan lineales y formas geométricas nos remiten a la época en la que fueron talladas, a aquellos años 80 en los que Paco Rallo ya había demostrado ser un gran escultor, pero que ahora actualiza según sus palabras, configurando una obra nueva –bajo esta perspectiva narrativa y casi literaria– a partir de una obra que viene del pasado, la piedra, y una obra nueva del presente, la madera, que conviven conceptualmente en la intervención.
Con esta instalación, el artista nos presenta su propia autoficción en la que nos habla un poco de sí mismo a través de esta narración ficticia y real, en una suerte de autorretrato creado a partir de la autoficción y otras narrativas personales.
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