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sábado, 25 de febrero de 2017

El azar erótico nos persigue. Manuel Pérez-Lizano



Diseño de cubierta: 
Pepe Gimeno-Proyecto Gráfico.



Libro: 
El azar erótico nos persigue. Antón Castro
1 de mayo de 2016. Heraldo de Aragón.

Manuel Pérez-Lizano (Zaragoza, 1937) es esencialmente historiador y crítico de arte. A partir de 2010 dio un paso hacia la ficción. Publica 'El azar erótico me persigue' (PR-ediciones; Colección: el párpado sumergido), que consta de 25 relatos y de 32 ilustraciones de otros tantos artistas: desde Juan José Vera al ceramista Fidel Ferrando, pasando por Rafael Navarro, Andrés Ferrer, Antonio Uriel o Ángel Duerto (fotógrafos), Paco Simón, Dino Valls, Miguel Galanda o Edrix Cruzado (pintores), entre otros. Pérez-Lizano es rabiosamente feliz: “El libro surge de mis prólogos a diversos creadores y de una sección de urbanismo y arquitectura que publiqué en HERALDO hace más de veinte años. Escribir de arquitectura y urbanismo es difícil, duro, es muy racional, no es fácil darle vuelo a la imaginación, pero a veces creaba leves ficciones”. De aquella experiencia y del uso de cierta libertad en sus textos de arte nacieron estas piezas narrativas entre 2010 y 2014. “Soy un escritor intuitivo y torrencial, escribo a borbotones. Cuando me vienen las ideas al subconsciente, si voy por la calle me meto a un bar y las escribo; si estoy en la cama, me levanto y las anoto. He perdido algunas y me da pena”.
En los cuentos hay de todo: desde la iniciación sexual con una oveja en Ansó hasta la aparición de una serie de lingotes de oro de la Guerra Civil en Fuendetodos, la aventura de una pareja de policías en Tarazona, contada por la mujer, que seduce a varios concejales, o la aparición de varios cadáveres de soldados franceses, emparedados con joyas. Aunque quizá la historia más impresionante sea la de un submarino adquirido en Cartagena que se convierte en bar y en galería de arte y que remonta el Ebro. Con todo, como indica el título, la unidad del conjunto viene dada por la presencia del sexo, y una permanente promiscuidad, pero también por los bares y la noche.

“En el libro son muy importantes los espacios. Los cuentos suceden en muchos sitios: en Alcañiz, Huesca, Jaca, Fuentes de Ebro, Uncastillo o en Tarazona, pero también en Zaragoza, donde me permito algunas licencias: el Huerva pasa por la plaza de San Francisco y en la plaza de Santa Cruz hay una laguna”, señala. “¿El sexo? No fue preconcebido. Se fue imponiendo el tema, y al final comprobé que estaba en todas partes. El sexo, y si hay un amor pasión más, es fundamental en la vida. Al menos en la mía. He sentido una pasión hacia las mujeres completamente irresistible, hasta que conocí a Edrix Cruzado, mi tercera mujer, en 1982, y me tranquilicé. Me serenó completamente. Por algo, además de pintora, es licenciada en psicología. No la he engañado en mi vida. Ni se me ha ocurrido en la imaginación. Hasta entonces yo era la leche. Seduje y me sedujeron mucho, y me parecía bien”.

A Pérez-Lizano y a sus personajes les gustan mucho los bares. Dice que son esos espacios donde se forjan las tertulias, las complicidades y “suceden esas cosas inverosímiles que me han acompañado; en uno de ellos, por poner un ejemplo, conocí al cocinero de Al Capone. Pero también a proxenetas, a artistas, y todo me sirve”. En el libro aparecen algunos de sus amigos artistas o vinculados con el arte: la galerista Antonia Puyó, Pedro J. Sanz, Sergio Abraín o Paco Rallo. “A Sergio y Paco les dedico un relato curioso. Los senté un día y les pregunté que les habría gustado ser. Sergio Abraín dijo que ginecólogo. Rallo, lo mismo, pero para recomponer el himen, como sucedía en ‘La Celestina’, un libro que me encanta. Tuve que organizar una trama en torno a eso, lo hago y hay una escena donde un pintor lleva a su amante al estudio y le acaricia el sexo con un pincel japonés. Estas cosas, entre imaginativas, provocadoras y surrealistas, me gustan”.

El libro rezuma desenfado, vitalidad, pasión por vivir. Y barroquismo expresivo. Javier Barreiro, uno de los prologuistas del volumen (los otros son Alejandro Ratia y el propio autor), dice que para Pérez-Lizano “la vida es bella”. “Es cierto. Lo suscribo. Hay conflictos e injusticias, claro que sí y en mi familia más, pero el libro es una celebración de la vida. Es lo que tenemos”. Lector de ‘Tiempo de silencio’ de Martín-Santos, de Albert Camus, de la poesía de Ángel Guinda y Miguel Labordeta, insiste en su optimismo en este autorretrato: “Sigo con mi vida de siempre, es decir, fumo, bebo, salgo con mis amigos, me enloquece la noche y bailo en cuanto tengo la mínima oportunidad, siempre acompañado de la mujer que amo”.



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